En cierta
ocasión el embajador de Marruecos decidió hacer una visita a España con la
intención de unir lazos entre los dos países y de paso conocer las costumbres
del país. En una de sus paradas fue agasajado por la Corte que en esos momentos estaba presidida por la
regente María Cristina de Habsburgo y Lorena, esposa del difunto Alfonso XII.
Le enseñaron el Palacio Real, las calles más castizas de Madrid y le
presentaron a diferentes personalidades que frecuentaban el entorno de la reina,
entre ellas las damas de la corte. Pero lo que no sabía el embajador alauita es
que a la viuda le gustaba rodearse de mujeres que fueran poco agraciadas físicamente
ya que conociendo la forma de ser de su esposo siempre tuvo miedo de que se
liara con alguna de ellas. Es por ello que cuando el embajador vio aquellas damas
avejentadas y decrepitas se llevó una mala impresión del entorno de la reina por
lo que cuando regresó a su país escribió en el parte de su viaje: “El Palacio
de Madrid es magnífico, muy grande. La reina es muy distinguida y agraciada,
pero el harén es flojito, flojito…”