sábado, 17 de noviembre de 2018

NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE


Corría el año 1800 y en la ciudad de Venecia se iba a coronar a Barnaba Niccolò Maria Luigi Chiaramonti como nuevo papa, con el nombre de Pío VII. Pero cuando los cardenales  fueron a buscar una tiara papal para la ceremonia se dieron cuenta de que no disponían de ninguna. Esto se debía a que dos años antes el antecesor del nuevo papa, Pío VI,  había tenido que huir de Roma cuando las tropas francesas habían invadido el Vaticano arramplando con todos los tesoros que había en la Santa Sede, incluidas todas las tiaras que habían encontrado.  Por lo tanto Pío VII mandó construir de manera provisional una nueva tiara, pero esta vez de papel maché pintada de color oro y adornada con joyas que habían donado las buenas damas de la ciudad. Llama la atención que aunque tiempo después se volvieran a realizar tiaras de verdad, los siguientes papas prefirieran lucir la tiara falsa en las sus coronaciones debido a lo liviana que era. Pero fue el papa Gregorio XVI quien considerando esta costumbre como algo degradante mandó que las coronaciones se realizaran de manera definitiva con una tiara auténtica aunque fabricada con materiales más ligeros.