Canto las armas y a ese hombre que de las
costas de Troya llegó el primero a Italia prófugo por el hado y a las playas lavinias,
sacudido por mar y por tierra por la violencia de los dioses a causa de la ira
obstinada de la cruel Juno, tras mucho sufrir también en la guerra, hasta que
fundó la ciudad y trajo sus dioses al
Lacio; de ahí el pueblo latino y los padres albanos y de la alta Roma las
murallas. (Comienzo de La Eneida de Virgilio)
Al igual que
todos los pueblos de la antigüedad, como griegos, egipcios, mesopotámicos y
demás, los romanos concedían una gran importancia a su religión y a los dioses
tutelares de su gran imperio. Los hijos de la loba solían acudir a ellos al
realizar cualquier acto de la vida, ya fuera al comenzar una batalla, abrir una
sesión del senado, hasta pedir abundancia al inaugurar un establecimiento
comercial. Todo fuera por congraciarse con los seres del más allá. Se juraba
por tal o cual dios, por la piedra negra o por Plutón, e incluso los meses del
año eran bautizados con tal o cual dios. Los dioses estaban, por tanto, en el
día a día del romano ya fuera el que vivía en el propio Lacio como el que habitaba en la linde
con los partos orientales. Creemos saber gran cantidad de información acerca de
la religión romana, y algo menos de la Etrusca, por lo que les recomiendo, bien
para aumentar su caudal de conocimiento, bien para dejarse fascinar por primera
vez por ese mundo legendario, acudir a la obra Breve Historia de la mitología de Roma y Etruria, escrita por la
historiadora y arqueóloga Lucía Avial Chicharro (Nowtilus, 2018).
En un principio
la autora asienta su trabajo hablándonos de la religión etrusca, pueblo del que
los romanos se sintieron herederos y conquistadores, y nos adentra en la
importancia que éstos les daba a la adivinación y al papel que tenían los
augures en aquellas ciudades estados del norte del Lacio. Además nos enseña la
importancia que daban a la muerte a través de los frescos y estatuillas
encontradas en las zonas de dominación etrusca. Tras esta base Lucia Avial
Chicharro introduce al lector en la mitología romana informándonos de sus
características y diferencias que se establecen con las de las demás religiones
circundantes. Con respecto a la mitología griega, los romanos establecieron
parecidos (más bien copias y pastiches) y ciertas diferencias con a ella. En
cuanto a los parecidos, tras la conquista romana de Grecia y su posterior helenización,
éstos formaron gran parte de su panteón con los dioses heredados del propio
monte Olimpo. En muchos de los casos se limitaron a transformarles los nombres
y poner los suyos propios (Zeus – Júpiter / Afrodita – Venus / Demeter – Ceres…)
apropiándose por tanto de sus cualidades e historias inmortales. En este caso
los romanos nunca tuvieron problema en aceptar divinidades exteriores siempre y
cuando acataran la ley y con el tiempo aceptaran que el emperador de turno era
una especie de divinidad (de ahí el problema que tuvieron con los cristianos).
Pero a diferencia de los griegos que veían a
sus dioses lejanos y juguetones con la raza humana, los romanos, en cambio,
veían a sus dioses como seres que se inmiscuían en sus vidas y que por lo tanto
debían ser respetadas para el engrandecimiento de su imperio. En esto podemos
ver una especie de mitología política y práctica. Continuamente era necesario
que los mitos y hazañas de sus héroes fueran ejemplo de que ellos eran el pueblo
elegido, y por ello no tenían problemas en enseñar a los niños que eran
descendientes de los dioses traídos de la misma Ilión. Un ejemplo de ello es la
misma Eneida escrita por Virgilio. Es
un claro caso de continua auto reafirmación de la autoridad estatal. Los héroes
por tanto fueron sus propios héroes, como Eneas, Rómulo, Coriolano, Cincinato…
en definitiva cualquiera que hubiera engrandecido con su sabiduría y sus armas
el poder de la Roma eterna. En la religión primitiva los romanos hacían más
caso a los dioses o seres particulares de cada casa, como eran los lares,
penates, manes e incluso el propio genio del hogar, pero con el tiempo no
tuvieron problema en hacer una mezcolanza con los dioses traídos de otros
lugares del ámbito romano y hacerlos suyos, ya fueran los originarios de Grecia
o de otros lugares donde una caligae
romana hubiera pisado.
Todo estaba
calibrado y medido según la religión, sus sacerdotes o vestales. Los días y las
horas, los grandes acontecimientos y las grandes decisiones de sus gobernantes.
Aun así, el trabajo de Lucía Avial Chicharro quedaría algo cojo si no nos
hablara de las influencias que tuvieron en Roma y su mitología los pueblos
circundantes como los sabinos, volcos,
mamertinos, samnitas, y demás que había en la Península Itálica, y que
tras cientos de años de encarnizadas guerras acabaron bajo las zarpas de la
loba capitolina. Breve Historia de la
mitología de Roma y Etruria nos ofrece un paseo por el mundo legendario y mistérico
de los pueblos itálicos y por la apasionante historia que desprenden sus héroes
y dioses. Conoceremos los entresijos de su religión y como adoraban a cada ser
inmortal de su panteón ya fuera público como personal. Un ensayo entretenido y
didáctico a la vez, se lo aseguro.