«Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad del género humano en política, para que la política sea cosa de dos» (Clara Campoamor)
A finales del 2020, con todo el lío de la pandemia del coronavirus, hubo una noticia que pasó de puntillas. No es que fuera algo a nivel mundial, pero si tuvo bastante simbolismo dentro de nuestro país: la nueva denominación de la estación de tren madrileña de Chamartín pasó a renombrase Madrid Chamartín-Clara Campoamor. Pero… ¿Quién era la tal Clara y por qué había sido tan importante para incluirla en una estación tan señera de la capital española? Esta pregunta se la hicieron en algunos medios de comunicación y éstos, a la vez, la trasladaron a algunas personas a ras de calle. En un principio, cuando vi las estadísticas de las encuestas, no me llamó la atención que los hombres no supieran la respuesta, pero por desgracia que muchas mujeres desconocieran este dato daba cuenta del gran daño que había hecho la educación patriarcal durante tantos cientos de años al excluir a las mujeres relevantes de la Historia, ya que en su gran mayoría no sabían que Clara Campoamor había sido la responsable de que en España existiera el voto femenino desde 1931, mucho antes que en otros países de rancio abolengo democrático. Es por ello que el título del libro que hoy les traigo, escrito por el escritor y profesor Isaías Lafuente, esté tan bien traído: La mujer olvidada (Temas de Hoy, 2006).
A mediados del siglo XX, en España y gran parte del mundo, pero sobre todo centrándonos en nuestro país, la mitad de su población, es decir la mujeres, eran ignoradas, vilipendiadas, minusvaloradas, tomadas como sirvientas del marido, esclavas del hogar o como meras fábricas de procreación, de crisol de bebés. No se las tenía en cuenta en la vida social sino también en la política. Pero como diría Bob Dylan «The Times They Are a-Changin'» o lo que es lo mismo los vientos de la historia empezaban a soplar y a sanar el aire viciado y rancio del Congreso de los Diputados. Y para ello nació Clara Campoamor (1888 – 1972) para devolverle a la mujer su dignidad y su igualdad ante la ley. El libro de Isaías Lafuente nos trae la vida de esta valiente mujer a modo de biografía novelada y nos muestra sus vivencias desde que nació en Madrid, en el Barrio de Maravillas (hoy Malasaña), pasando por sus años de formación académica, su gran lucha por conseguir el sufragio femenino, logró titánico en el que incluso tuvo que luchar contra su propio partido, el Partido Radical, y sus adláteres de otros partidos de izquierdas o de derechas, hasta sus años de exilio al comenzar la Guerra Civil, y su muerte en Lausana añorando su patria, su tierra natal.
Hasta el siglo XIX el derecho al voto era exclusivamente masculino. No fue hasta la llegada de la Segunda República (1931-1939) cuando la mujer obtuvo por fin el derecho a dar su opinión en las urnas. La llegada del nuevo régimen trajo nuevas esperanzas a la sociedad pero aunque parezca increíble algo tan de justicia como es el derecho femenino no estuvo exento de polémica en las Cortes. Una gran mayoría de los diputados estaban de acuerdo en poner en práctica el sufragio femenino pero en lo que no se aclaraban era a que sector de las mujeres otorgarlo: ¿a las solteras y viudas, a las casadas aunque discutieran con su marido acerca de quién votar en las próximas elecciones, o a toda la población femenina en general? Y lo que es más curioso, eran las propias mujeres diputadas quienes estaban enfrentadas por este tema. Por ejemplo Margarita Nelken y Victoria Kent no estaban, en ese momento, dispuestas a otorgar el voto a las mujeres ya que pensaban que darles esa oportunidad era darles votos a los elementos más reaccionarios como eran la derecha y la iglesia y que incluso podían ser manipuladas por sus maridos. Aunque les doliera opinaban que no era el momento de otorgarlo sino más adelante cuando la República fuera más fuerte. En cambio, frente a ellas se encontraba Clara Campoamor que disentía al decir que era necesario el sufragio femenino por justicia y dignidad. Al final ganó esta segunda opción (161 votos a favor, 121 en contra y 188 abstenciones) y las mujeres, por fin, alcanzaron el justo derecho a votar. Llama la atención que en las elecciones de 1933 fueran a votar seis millones de electoras y que la derecha ganase. Debido a ello las izquierdas les echaron la culpa a las mujeres de estos resultados, aunque actualmente se sabe que los votos femeninos fueron muy repartidos, al igual que el de los hombres, y que hubo también un buen número de abstenciones de ambos sexos.
Por un lado valoro positivamente este libro de Isaías Lafuente por acercarnos la figura de Clara Campoamor y enseñar a las generaciones presentes y futuras quien fue el artífice del reconocimiento del derecho al voto femenino en aquellas Cortes republicanas del 1 de Septiembre de 1931. Es todo un trabajo de devolver la dignidad a una persona que merece estar, o tener un capítulo completo, en los libros de Historia de España de los institutos. De esta biografía me han llamado la atención muchas cosas que desconocía ya que normalmente la concesión del voto femenino siempre (si es que aparecía) era una mera nota a pie de página. Es conocido el gran debate que sostuvieron tanto Clara Campoamor como Victoria Kent, pero lo que más me ha llamado la atención fueron los palos en la rueda que de continuo le ponían sus propios correligionarios de los partidos republicanos y de izquierdas tanto del Partido Radical de Alejandro Lerroux como de Acción Republicana. Que los sectores ultramontanos y reaccionarios de derechas y los eclesiásticos pusieran obstáculos era previsible, pero que aquellos que supuestamente defendían (de boquilla) el sufragio femenino y que tuvieran miedo a él, es algo que me ha escandalizado y llenado de vergüenza. Clara Campoamor se sintió sola, abandonada por todos, vilipendiada incluso por algunos sectores de mujeres, pero aun así consiguió su propósito final. Fue una lucha titánica que Isaías Lafuente recoge de manera excelente en su trabajo.
Aun así le tengo que poner una falta. Lo siento. El libro tiene diálogos tanto con personajes reales e históricos del momento y también otros con personajes ficticios que adoban la trama de la odisea de Clara Campoamor. Y es en algunos de estos diálogos donde veo el fallo pues a veces parecen un tanto artificiales (a mi modo de ver) y puestos con calzador. Ha habido uno que me ha parecido un tanto artificioso como cuando Clara vuelve de San Sebastián a Madrid en tren, si no me falla la memoria, y habla con un anciano el cual le da una clase sobre la Primera República y su visión pesimista del futuro del nuevo gobierno. Así, a bocajarro. Aun así, el resto del libro es notable como reivindicación de una mujer que trajo o quiso traer la modernidad paritaria a nuestra patria, poniendo un primer peldaño para que la mujer fuera reconocida más allá del hogar, romper ese techo de cristal y llegar a tener una voz propia y ser tanto elegible en las Cortes como a poder elegir al candidatos que ella deseara con el fin de conseguir un mundo más justo. En verdad un libro que vale la pena leer.
También podeis leer mi reseña en la página de Hislibris:
https://www.hislibris.com/la-mujer-olvidada-clara-campoamor-y-su-lucha-por-el-voto-femenino-isaias-lafuente/