sábado, 16 de julio de 2022

EL VIENTO QUE SALVÓ A LOS JAPONESES

 

Cuando oímos la palabra kamikaze lo primero que se nos viene a la cabeza es la imagen de un aviador japonés de la Segunda Guerra Mundial, que con su avión zero se precipita de forma suicida contra un portaaviones norteamericano con la idea de empotrarse y causar las mayores pérdidas materiales y humanas al enemigo en busca de una gloria efímera, como el pétalo de un cerezo en flor. Pero para saber cuál el origen de esta palabra tan mítica hemos de retrotraer la memoria mucho más allá de los cielos del Océano Pacífico, hasta el siglo XIII. A mediados de aquel siglo el nieto de Genghis Kan, Kublai Kan ya había conquistado Mongolia y gran parte de China, en la que fundaría la dinastía Yuan. Así que muy pronto puso sus ojos en otros territorios como Corea y Japón a las que quería convertir en vasallos suyos.

Por tanto envió una carta a Japón, que en esos momentos estaba gobernado por el sogunato Kamakura, conminándoles a que le rindieran tributo, pero el gobierno nipón ni sus samuráis hicieron caso a la amenazante misiva. Esta omisión provocó las iras mongolas y como consecuencia en 1274 envió de inmediato, como castigo, una flota compuesta de 15.000 soldados mongoles y otros 8.000 coreanos con la idea de aplacar la altivez japonesa. Esta poderosa escuadra desembarcó en la bahía de Hakata (Kyushu) y se encontró que tenía enfrente a unos 6.000 samuráis a los cuales infligió una severa derrota ya que los éstos no estaban acostumbrados a la forma de luchar de las hordas mongolas. Por la noche, la fuerza invasora, temerosa de que los samuráis los atacaran por sorpresa, decidió que sus soldados descansaran dentro de los barcos. Y he aquí que en aquellas horas se produjo un inesperado desenlace pues el tiempo fue cambiando poco a poco y rápidamente se organizó una terrible tormenta, casi un tifón, que acabó destrozando a gran parte de la flota invasora. Los pocos soldados mongoles y coreanos que llegaron a las costas medio ahogados fueron apresados y o bien fueron ejecutados ipso facto o tomados como prisioneros y esclavizados.

Kublai Kan tuvo que volver a China a lamerse las heridas pero con el tiempo renacieron sus ansias de conquista. Otra vez volvió a enviar un mensajero al gobierno japonés pero esta vez en un acto de desafío, envalentonados por la anterior victoria, decidieron decapitar al emisario. Así que en 1281 se volvió a enviar otra escuadra mucho más grande que la anterior compuesta de 30.000 mongoles, 10.000 coreanos, 110.000 chinos, embarcados en nada más ni nada menos que en 4.400 barcos. La flota más grande jamás vista. Pero los japoneses, viendo lo que se le venía encima también contaban con más samuráis y más embarcaciones pequeñas con las que hacer frente al enemigo. Aunque de poco les pudo valer ya que la superioridad del nieto de Genghis Kan era abrumadora y los japoneses fueron cediendo terreno poco a poco. Parecía que la victoria mongola ahora sí era factible, pero cuando la tenía al alcance de la mano se produjo otro nuevo milagro ya que apareció de pronto un nuevo tifón que volvió a destrozar la flota invasora  dejando a los soldados enemigos indefensos en tierra para que los defensores samuráis pudieran acabar con ellos fácilmente.

Esta derrota tan humillante por parte del todo poderoso imperio mongol, supuso la primera victoria japonesa ante un enemigo invasor y consolidó un fuerte sentimiento de unidad patriótica y orgullo nacional además de sentir que era una nación investida por la gracia de los dioses. De ahí que a esos tifones tan oportunos, que habían salvado a Japón de convertirse en un simple vasallo mongol, se les conociera como Kamikaze: Viento Divino. Este término se popularizó muy pronto y no fue utilizado hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando la guerra en el Pacífico empezó a ser contraria al gobierno nipón. De nuevo el país necesitaba que los dioses les enviara un viento divino y algún alto mando creyó encontrar la solución creando una unidad aérea llamada Shinpu tokubetsu kogeki tai (“Unidad especial de ataque Shinpu”, pues la palabra shinpu significa “viento divino”), destinada a realizar ataques suicidas y estrellar sus aviones contra los barcos enemigos. Llama la atención que una lectura incorrecta del termino shinpu por parte de los traductores americanos hiciera que éste se leyera como kamikaze, palabra que en Japón no se utiliza con este sentido.