jueves, 17 de mayo de 2012

EL RÍO VERTICAL



La construcción del Canal de Isabel II (nombre puesto en homenaje a la reina Isabel) fue uno de los grandes adelantos que los madrileños tuvieron en el siglo XIX ya que sustituyó a las antiguas galerías subterráneas islámicas que transportaban agua dejando en el dique seco de la Historia a los aguadores que se abastecían de las fuentes como la de La Cibeles, La Encarnación o El Progreso… La obra faraónica consistía en trasvasar parte del agua del Río Lozoya hasta Madrid en un viaje de 77 kilómetros. En esta construcción participaron 1500 presos que de esta manera rebajaban sus duras penas, 200 obreros libres, 400 animales y 4 bombas de vapor. El agua llegaría a la capital y se alojaría en unos grandes depósitos en la Calle Bravo Murillo en el antiguo Campo de Guardias para luego distribuirlo por todo Madrid.

El 24 de Junio de 1858, a las 20, 30 horas el Canal de Isabel II fue inaugurado con gran boato y aparato eléctrico (hacia solo siete años que la electricidad había echo su aparición en España iluminando la portada del Congreso de los Diputados y la Plaza de la Armería para festejar el nacimiento de la infanta Isabel La Chata) que dejó pasmado a cualquier madrileño que acudió al acto. El agua llegó a una suntuosa fuente de la Calle San Bernardo, frente a la Iglesia de Monserrat, y se alzó en el aire en un espectacular surtidor que alcanzaba los 31 pies de altura. Era tan grande el dispendio de líquido que el ministro José de Posada Herrera, que estaba situado al lado de la oronda reina, dijo entusiasmado:

Señora, hemos tenido la suerte de ver un río poniéndose de pie.

En cambio otras fuentes señalan que esta frase la dijo otro personaje de la época, el escritor Manuel Fernández González el cual dijo entre el público:

¡Oh, maravilla de la civilización! ¡Poner los ríos en pie!

Un mundo de maravillas y adelantos comenzaba a llegar a España para modernizarla. Como curiosidad decir que entre el público, casi perdido entre la marea humana se encontraba el promotor de la obra Juan Bravo Murillo que con lágrimas en los ojos pudo ver ensimismado alzarse en el aire su gran obra. No estaba sentado entre las personalidades debido a que las personas que organizaban el evento se les había olvidado llevarle la invitación. La fuente, pasada la presentación del Canal, fue desmontada y llevada a la Puerta del Sol, para después, nuevamente ser mudada a la Glorieta de Cuatro Caminos, acabando finalmente en la entrada de la Casa de Campo en donde se puede ver actualmente.