Con este nombre tan humillante fue conocida Eugenia Martínez Vallejo (1674 - ?), oriunda de la villa de Barcena, en Burgos, hija de José Martínez Vallejo y Antonia de la Bodega Redonda. Según se sabe cuando nació era de “proporción natural” pero en cuanto pasaron los meses comenzó a engordar y crecer de manera desorbitada, tanto que cuando cumplió un año era tan robusta que parecía una niña de doce años (según nos dice las “Relaciones” de esa época) Cuando cumplió los seis años sus padres decidieron llevarla a la corte para que su majestad Carlos II la viera, y tan sorprendido quedó que inmediatamente ordenó, bajo consentimiento de sus progenitores, que la llevaran a unas dependencias especiales del Real Alcázar denominado como La Corte de los Bufones en donde existían otras personas con taras físicas y mentales que servían como contrapunto a las Meninas u otras personas importantes para que realzaran su belleza.
El rey estaba tan encantado con su nueva “adquisición” que solicitó a su pintor de corte Juan Carreño de Miranda que la retratase de dos formas distintas, vestida y desnuda. Hacia 1680 los cuadros quedaron terminados y fueron presentados a Carlos II con los infamantes títulos de La Mónstrua Desnuda y La Mónstrua Vestida. Hay muchos expertos en arte que incluso creen que estas pinturas sirvieron de inspiración a Goya para pintar La maja desnuda y La maja vestida.
Lo cierto es que ahora, gracias a los avances de la ciencia, sabemos que los problemas que sufría Eugenia Martínez Vallejo, y que tantos desventuras le acarrearon, era producida por una enfermedad cromosómica conocida como Sindrome de Prader-Willi-Labhart, que le acarreaba entre otras cosas un retraso en el desarrollo psicomotor y obesidad mórbida