Desde que a
mediados del siglo XVI Madrid se convirtiera en capital de España, el número de
habitantes comenzó a crecer. La gente llegaba de todas partes de la Península y
muchos, mientras buscaban un alojamiento definitivo, se conformaban con acudir
a las posadas a dormir y comer. El problema es que en aquellos años, aunque
había aumentado la población, no había pasado lo mismo con los alojamientos
antes mencionados y debido a ello era normal que las pocas habitaciones que hubiera
se tuvieran que compartir entre los viajeros. Así pues fue corriente en
aquellos años que empezara a sonar en las posadas la expresión “Media con
limpio” que venía a decir que el viajero deseaba media cama (habitación
compartida) pero sobre todo que el compañero que le tocara en suertes fuera
extremadamente limpio, o lo que es lo mismo que no tuviera piojos, liendres,
pulgas, que no oliera mal y que en resumidas cuentas estuviera lo suficientemente
aseado para que el tufo que desprendiera no fuera insoportable y pudiera dejarle
dormir.