En muchas
películas y series inspiradas en la Segunda Guerra Mundial hemos visto como los
aviones norteamericanos, sobre todo los bombarderos, estaban decorados con
dibujos de mujeres en bañador o totalmente desnudas en posturas muy sugerentes al estilo de las pin ups. En verdad
esta costumbre existió en aquellos tiempos de guerra y respondía a las ansias que
tenían los soldados de tener lo que, normalmente, no encontraban en los
acuartelamientos, es decir mujeres voluptuosas y sensuales. Al igual que es
norma que a los barcos se les bautice con un nombre (si no da mala suerte) los
aviadores también les ponían nombres a sus aparatos (los de volar, se
entiende). Era común, por tanto, encontrarse con aviones llamados Memphis Belle, Pequeña Gema o Muñequita de Texas. Cualquier soldado no podía dedicarse a
pintar mujeres en el morro de las fortalezas volantes, de ahí lo del estilo nose art, y por ello se buscaba en las
distintas bases a los mejores dibujantes, quienes después del trabajo se les
solía pagar en agradecimiento por su buena labor. Muchos de estas mujeres tan
sexis eran motivo de orgullo en el frente de batalla, pero cuando los aviones
tenían que ser devueltos y reparados en Estados Unidos solía pasar lo contrario.
Algunos grupos religiosos cuando veían estos dibujos quedaban escandalizados y
protestaban enérgicamente al considerar indecentes y pecaminosas aquellas imágenes.
Parece ser que sus gritos de indignación llegaron a los oídos de las Fuerzas Aéreas
y como éstos no querían tener problemas con esta gente ordenaron que no se
volviera a pintar a ninguna mujer en los aviones y que se borraran las que ya
existían. Pero una cosa era dar una orden en un despacho de Estados Unidos y
otra que se cumpliera a cientos de miles de kilómetros, pues los dibujantes
nunca le hicieron caso y siguieron plasmando en el morro de los aviones sus sueños
más atrevidos.
FUENTE: Historias asombrosas de la Segunda Guerra Mundial, de Jesús Hernández