Todas las mañanas del
mundo son caminos sin retorno.
La música como
lenguaje universal, como expresión pura de la naturaleza o como la forma de
expresión del espíritu humano que va más allá de las palabras. La pulsación de
una tecla de piano, el vibrato de un violín
o la explosión de una caja de percusión hace que muchas veces algo se nos
remueva por dentro y nos arranque ese algo
que llevábamos dentro o esa lágrima que parte de lo más profundo de nuestro
corazón. Más que mil palabras dichas en el aire y transportadas en el viento.
Esto es lo que sentimos verdaderamente con la música. Desde la antigüedad esta
compañera infatigable nos ha acompañado hasta nuestros días (quitando, claro
está, esas horrendas cosas, a las que no llamare música, que son el reggaetón y sus variantes
escandalosas). Y es esta concepción del sentimiento humano el que nos plantea
el escritor Pascal Quignard (Verneuil-sur-Avre, Normandía, 1948) uno de los
mayores escritores contemporáneos de la literatura francesa, que gusta de pergeñar
pequeñas novelas que atesoran obras maestras como esta que les traigo hoy aquí:
Todas las mañanas del mundo (1991).
Como ya les he indicado el grosor de estas novelas no son muy grandes pero ya
se sabe el dicho: las mejores esencias van en frascos pequeños.
Esta preciosa y
sensitiva novela nos transporta al siglo XVII, a la Francia del rey Luis XIV,
donde se produce la curiosa amistad entre el joven Marín Marais (1656 – 1728),
prestigioso violagambista y compositor de la corte del Rey Sol y el enigmático
señor de Sainte Colombe, verdadera alma de esta historia y auténtico jansenista
de dicho instrumento musical. Pascal Quignard nos habla de cómo el susodicho
señor de Sainte Colombe es una persona no solo obsesionada con tener la viola
entre sus piernas sino también con el recuerdo de su esposa fallecida pues se
atormenta de que ésta hubiera muerto mientras él estaba tocando un Oficio de
Tinieblas (me encanta este término) a la cabecera de un amigo que igualmente
estaba falleciendo en esos momentos. Ese recuerdo funesto hace que se encierre
en sí mismo, en su propia residencia, extra
civitatem, y se ponga a tocar música en un cobertizo que ha fabricado a tal
efecto durante 15 horas diarias, dejando por tanto que se le escape la vida y a
la vez descuide la educación y los sentimientos de sus hijas Madeleine y
Toinette. Tan virtuoso e increíble se vuelve con la viola que sus sonidos ya no
parecen de este mundo lo que hace que el propio Luis XIV se interese por él y
lo invite a ser parte de la corte versallesca. A lo que él, de forme furiosa
responde, ¡al mismo roi, que prefiere
ser eremita en su propia casa que bufón entre la pompa de palacio: Mi corte son los peces y los árboles.
En esto llega a
su retiro, a su Xanadu privado, un joven llamado Marín Marais, que con 17 años
quiere llegar a ser violagambista de prestigio ya que al cambiarle la voz fue
expulsado como niño cantor de la colegiata de la iglesia perteneciente al
Louvre. Aunque reticente al principio, el señor de Sainte Colombe le toma como
discípulo enseñándole que la esencia de la música es la propia naturaleza, los
sonidos del mundo, desde el canto de un pájaro, el tap tap de los pasos de un
caminante y hasta el gorjear de la orina que cae en un montículo de nieve… todo
es pura y prístina música si se utilizan los oídos del corazón y no el frufrú
de las telas de la corte. La música ha de ser un regalo para uno mismo, la
búsqueda de ella algo a conseguir infinitamente y nunca un mero abalorio con el
que entretener a un rey cualquiera o hacer bailar a los nobles en una danza
artificial de vanidad y oropel mundano. Y entre el rasgueo de la viola y la
búsqueda de la esencia de la música llega el amor y éste será el detonante que
cambiará nuestra historia de principio a fin. La pasión, el fatalismo y hasta
la misma muerte se conjugaran en los ritmos melancólicos de una viola que
desgrana sus sentimientos al son de piezas Le
Tombeau des Regrets, Les Pleurs o
La Barque de Charon entre otras.
Pascal Quignard
además de situarnos en una época de la Historia en concreto, en pleno reinado
de Luis XIV, de mostrarnos el ambiente y el entorno preciso en que se mueven
los personajes principales, además de mostrarnos como eran los instrumentos,
los aires que salían de ellos y de hablarnos de los músicos famosos de la época
como el propio Marín Marais (que en verdad existió y que realmente fue músico
de corte siendo su música todavía escuchada junto con la de otros compositores
del aquel tiempo como Jean Baptiste-Lully o Charpentier, entre otros), Todas las mañanas del mundo es ante todo
una novela que yo la tildaría de sensitiva. Un auténtico festín para los cinco
sentidos. Los sonidos que salen de la viola de los protagonistas, y los que
además transporta la naturaleza misma,
atraviesan al lector y hace que su subconsciente se retrotraiga hasta el
siglo XVII en donde sentirá el viento mismo entre los árboles que rodea el
cobertizo en donde el señor de Sainte Colombe, fatalista donde los haya, sueña
con que la muerte le dé el último abrazo donde le espera su amada esposa. El
frio que emana de las mañanas del Sena, el propio sonido del silencio en la
solitaria residencia del maestro violero, hasta el olor de la tierra humedad
del cementerio… todo esto puede el lector sentirlo al leer las magnificas
páginas de esta sencilla novela.
Como nota final permítanme
que diga dos cosas: por un lado si desean marcarse un cine-literatura no duden,
tras leerse esta novela histórica y musical, lanzarse a ver la película de
1991, de homónimo nombre, en donde Jean-Pierre Merielle y Gerad Depardieu hacen
una interpretación sublime; y por otro, mientras leen esta obra, ponerse de
fondo la banda sonora de la susodicha película, con música de la época,
interpretada por Jordi Savall, que no solo hará las delicias en los oídos del
lector sino que también le sumergirá del todo en una época en donde el rasgueo
de una cuerda de viola podía llevarle a uno de la tierra al Paraíso de Dios.
Pascal Quignard,
Todas las mañanas del mundo
(Traducción de Esther Benítez). Barcelona. Galaxia Gutenberg, 2023, 212
páginas.
También podéis
leer mi reseña en la página de Hislibris: https://www.hislibris.com/todas-las-mananas-del-mundo-pascal-quignard/