Para cualquier
amante de la música clásica la figura de Carlo Broschi, más conocido como
Farinelli (1705 – 1782), no solo es reconocida, sino también admirada. Es
sabido que en el primer tercio del siglo XVIII, alrededor de1737, fue llamado por la reina Isabel de Farnesio para que con su música curara a su esposo
Felipe V de su eterna “melancolía”. A partir de entonces Farinelli se convirtió
en un personaje importante dentro de la corte española, y tan buenos servicios ofreció
que poco después su musicoterapia fue
también utilizada por Fernando VI. Este hecho es totalmente constatable en cualquier
libro de historia de España, pero lo que es menos conocido es que desde el siglo
XVI también existía en Madrid una institución llamada Real Colegio de Niños
Cantores, más conocida por el pueblo llano como Los niños Cantorcitos.
Estaba situada en
la céntrica calle de Leganitos y se dedicaba a educar a niños “no enteros” es
decir castrados en el arte de la música. Y no bastaba con que los niños tuvieran
que ser de sangre limpia, es decir que no hubiera mezcla morisca y judía, sino
que además de estar castrados debían pasar unos examen muy rigurosos para
entrar en el centro. Cada cierto tiempo se publicaban en los pueblos y ciudades
algún tipo de bando en el que se anunciaba que se abría la matricula para el
Real Colegio y muchos eran los padres que no dudaban en castrar a sus hijos
para que entraran en él. Ahora, en nuestro tiempo, esta práctica, la de la
castración, la observamos como una abominación, pero en aquellos años era la
única salida que tenían muchos padres para conseguir que su hijo tuviera una “voz
delgada” y entrara en dicha institución, pues es sabido que con su admisión se
conseguía un sueldo para toda la vida.
La práctica continuada
de la castración fue habitual hasta 1834 en donde se prohibió tal operación con
fines musicales, provocando por tanto que el Real Colegio de Niños Cantores
entrara en declive y cerrara sus puertas definitivamente.