Cuando se viaja
a Rusia uno de los lugares que el turista no debe olvidar de visitar es la
Plaza Roja en Moscú. Mucha gente piensa que esta plaza tiene el apelativo de “roja”
por el color simbólico de los comunistas. Pero en verdad no es así ya que lo de
“roja” proviene de la palabra rusa krasnaya.
Esta palabra, antiguamente, se traducía como “bonita” y se utilizaba hasta el
siglo XVII para referirse a la plaza en la que estaba situada la catedral de
San Basilio. Pero a día de hoy, en cambio, se traduce como roja.
domingo, 30 de agosto de 2020
jueves, 27 de agosto de 2020
DE CUANDO EL CADIZ C.F. MACHACÓ A LA SELECCIÓN ALEMANA DE FÚTBOL
Una de las
mejores fusiones en el mundo del Séptimo Arte es el del cine y fútbol. Muchas de este tipo de películas nos han hecho
vibrar, como por ejemplo Evasión o
Victoria (John Huston, 1981), que es de mis preferidas, en la que un grupo
de prisioneros aliados juegan un partido contra la selección de fútbol de
Alemania integrada por lo más granado de aquel país. No les cuento más
porque si no la han visto les puedo chafar el final. Pues bien, también hay que
decir que aquí en España pasó algo parecido (salvando las distancias) antes de
comenzar la Segunda Guerra Mundial. Sucedió en Cádiz en 1939 y vale la pena que
conozcan esta historia para saber lo que sucedió entonces.
En Abril de
aquel año, en medio de la entente cordiale que existía entre la España Nacional
y la Alemania nazi, atracó en el puerto de Cádiz una escuadra de barcos y
submarinos teutones, y, claro está, el impacto social y el revuelo que se
produjo en la Tacita de Plata fueron muy grandes. La marina alemana fue alojada
en el Hotel Atlántico, en donde se celebró una fiesta para después agasajarles
con una serie de homenajes; visitas culturales; una excursión a la Feria de
Jerez; la asistencia a una corrida de toros; y como colofón final se fijó un partido
de fútbol el día 30 entre la selección alemana, compuesta por los marineros de
la escuadra, y el Cádiz C.F. Pero lo que en un principio parecía ser una
especie de encuentro amistoso pronto
pasó a ser uno de los enfrentamientos más importantes que había disputado el
equipo gaditano.
El día señalado
para el partido el campo estaba a rebosar y estaba presidido por los cónsules
alemanes de Sevilla y Cádiz; los oficiales de los barcos y submarinos atracados
en el puerto; y, cómo no, por las autoridades y prohombres de Cádiz y San
Fernando. Los jugadores saltaron al césped, puestos en fila india hicieron el
saludo fascista en honor a Franco y Hitler, y tras realizarse el saque de honor
por parte de la hija de uno de los cónsules allí presentes, se procedió a darse
el pitido inicial. Al principio, favorecidos por un fuerte viento de Levante,
la escuadra alemana avasalló a los jugadores gaditanos pero un gol de éstos
hizo declinar la balanza a favor de los locales. Tanto que en el segundo tiempo
el Cádiz destrozó a los alemanes marcando cuatro goles más. Al final, por
cuestiones de honor, los mismos alemanes marcaron un gol quedando como
resultado final 5-1.
Aquel resultado
fue, sobre todo, épico, ya que un club español como el Cádiz C.F. ganó a la todopoderosa
selección alemana, una selección en la que muchos de sus integrantes pronto estarían
luchando en la Segunda Guerra Mundial. Como colofón añadir que al final del
partido el Cádiz recibió la Copa de Plata donada por la Sociedad Gaditana del
Fomento, copa que hoy en día se puede contemplar en la sala de trofeos del
estadio Ramón de Carranza.
sábado, 15 de agosto de 2020
LA VOZ DORMIDA - Dulce Chacón
No hemos perdido la dignidad. -No, sólo
hemos perdido la guerra, ¿Verdad? Eso es lo que creéis todas, que hemos perdido
la guerra. -No habremos perdido hasta que estemos muertas, pero no se lo vamos
a poner tan fácil. Locuras, las precisas, ni una más. Resistir es vencer.
La escritora
Dulce Chacón dijo una vez en una entrevista en la revista Meridiam que las mujeres perdieron la Guerra Civil dos veces. Por
un lado, al igual que los hombres, sufrieron la derrota militar en 1939, pero
es que además de ello también vivieron en sus propias carnes una enorme
represión de género por parte de las autoridades que ostentaban el nuevo poder.
Como bien dice el padre de Luisito al final de Las bicicletas son para el verano, con el fin de la guerra no había
llegado la paz, sino la victoria. Es decir el comienzo del ajuste de cuentas
que se llevara por delante, durante muchos años, las vidas de cientos de
personas. Las mujeres, solamente por ser el mero hecho de serlo, fueron
humilladas y vejadas (en las zonas rurales por ejemplo era común raparlas de
vez en cuando y darles a beber aceite de ricino para “depurarlas” provocándoles
con ello enormes diarreas), y todas aquellas detenidas con antecedentes de
izquierdas o que solamente hubieran trabajado para la administración
republicana durante la guerra fueron arrojadas sin piedad a distintas cárceles
por todo el territorio español. Dichos
centros en su mayoría estaban regentados por órdenes religiosas en las que a
pesar de ser dirigidos por gente cristiana se las imponían todo tipo de
humillaciones y torturas para reeducarlas en la nueva feminidad
nacionalcatólica y para recristianizarlas y que dejaran de ser “bestias
comunistas”. Una de las más famosas fue la cárcel de Ventas (Madrid) en donde
llegaron a convivir hasta 3.500 almas en un centro creado por Victoria Kent en
la que solo debería haber 500 presas a lo sumo. Es de imaginar el enorme
hacinamiento que habría allí dentro. En habitaciones en las que solo debería
haber dos personas había hasta seis petates pegados; se dormía en los pasillos
e incluso se malvivía en las escaleras. Así pues la falta de higiene, hambre y
muerte era el día a día de estas mujeres que su único pecado había sido querer
ser libres.
Y es en este
centro penitenciario en donde se desarrolla gran parte de la novela que les
traigo hoy aquí: La voz dormida, de
Dulce Chacón. Digo una gran parte
porque esta novela también se adentra en el mundo de los maquis que luchan en
los cerros y montes contra la Guardia Civil y el Ejército. Allí dentro, en el
penal de Ventas, se reúne un grupo de mujeres, una familia, como se la llamaban a estos pequeños grupos, que, a pesar
de malvivir entre la muerte y la desesperación, siguen luchando por sus vidas,
contra el desanimo, y sobre todo contra las entidades que las quieren hundir.
Vemos cómo convivían, cómo eran estas cárceles por dentro, el injusto trato que
las guardianas y las monjas las dispensaban, y las conexiones que tenían en el
exterior con sus otros familiares y con las células que quedaban de la
resistencia repartidas no solo por Madrid sino también por toda España. Una red
de libertad que alcanzaba a todo aquel que quería vivir en un mundo en libertad
y más justo. Cada una de ellas es una oda a la esperanza y es un canto a la
fuerza de aquellas mujeres que con su tesón y valentía, a pesar de los castigos
y las torturas, supieron mantener el espíritu de la lucha, negándose a vivir y
no a sobrevivir. La voz dormida es un autentico monumento a las mujeres fuertes
tanto en lo físico como en lo mental.
Esta novela,
este testimonio de aquellos tiempos de lágrimas y plomo, es por un lado dura,
muy dura en algunos párrafos, pero también bella y emotiva en otros. A lo largo
de su lectura ha habido momentos en los que he sentido la pena, la rabia
contenida y la alegría por las pequeñas victorias que estas protagonistas
conseguían en el día a día. La prosa es bellísima y tan directa que es de esas
novelas que de inmediato se convierten en auténticos clásicos de la literatura
contemporánea, en este caso la española. Un libro que vale la pena leer alguna
vez en nuestra vida y tener como referente para saber lo que sufrieron en
aquellos años las mujeres y hombres que no se quedaron hundidos en el barro de
la derrota y el olvido y que quisieron ser los protagonistas de su propia
historia. La voz dormida es sin duda
la novela de la esperanza, de la esperanza de un mundo mejor.
lunes, 10 de agosto de 2020
EL INVENTO DE UNOS MONJES QUE TUVO ÉXITO EN EL FAR WEST
Cuantas
películas del Salvaje Oeste habremos visto y en cuantas habremos oído decir al barman que regenta el saloon del lugar decir al cowboy
protagonista: “¡Aquí, forastero, solo servimos whisky!”. ¿Y quién le iba a
decir a ese pistolero profesional, que aquel dorado liquido que sostiene en
esos momentos entre sus dedos, tiene su origen siglos atrás, y que ya se hacía
en lugares mucho más lejanos que el otro lado de río Mississippi? Pues sí,
tendríamos que remontarnos a la misma Edad Media cuando en algunos monasterios
los monjes, trasteando entre sus herramientas, conseguían el llamado aqua vitae (agua de vida), que era el resultado del liquido que salía de
sus alambiques. Con el tiempo esta expresión latina pasó en gaélico a
denominarse uisge beata, y de ahí, de
ese uisge pasó a usqua. Es fácil imaginarse que su transformación en la palabra uisqui era cosa que tenía que pasar con
el tiempo. Caer por su propio peso, o mejor dicho por su propia pronunciación.
domingo, 9 de agosto de 2020
TERCIOS VERSUS SAMURAIS
La historia
militar, sobre todo la japonesa, se ha encargado de mostrarnos a los guerreros samuráis
como luchadores casi invencibles, temidos sobre todo en el campo de batalla
debido a su arrojo y tendencia suicida al combatir. Pero hubo una vez un hecho
que desmiente esta aseveración ya que los guerreros nipones sufrieron una derrota
de lo más humillante. Se produjo a finales del siglo XVI, época en que al Océano
Pacífico se le conocía como el lago
español. En 1580 el gobernador español en las Filipinas, Gonzalo de
Ronquillo, recibió una noticia en la que se decía que unos terribles piratas
japoneses estaban asolando la provincia de Luzón, sembrando de muerte y
desolación aquellas costas. Ante este hecho el gobernador no dudo en enviar al
capitán de Armada Juan Pablo de Carrión al mando de siete embarcaciones
repletas de infantes de Marina de los Tercios de Mar. La orden principal era
acabar con aquellos samuráis y devolver la paz a la zona.
Al poco de salir
la marina española se topó con un barco nipón al cual derrotaron fácilmente lo
que produjo que los japoneses enviaran a su vez otros diez navíos que igualmente
fueron derrotados tanto en el mar como en tierra. La victoria de los Tercios de
Mar fue aplastante y de esta manera pudieron expulsar a los samuráis de las
Filipinas. Llama la atención que a resultas de aquellas acciones las crónicas
japonesas hablaran que sus soldados habían sido atacados por unos seres mitad
demonios mitad lagartos que salían en tromba de unos extraños barcos negros y
que por tanto eran imposibles de derrotar. A partir de entonces los japoneses empezaron
a llamar a wo-cu (peces-lagarto) a
los soldados españoles.
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