martes, 16 de junio de 2020
EL ORIGEN DE LA PALABRA BLUETOOTH
domingo, 14 de junio de 2020
EL COLOR ROJO VICTORIA
Como toda industria estadounidense que se preciara el ramo de los cosméticos también se involucró en la Segunda Guerra Mundial con el fin de que su país consiguiera la victoria. Un ejemplo de ello fue la canadiense Elizabeth Arden (1882 – 1966) quien también puso su granito de arena para ayudar a las tropas americanas movilizadas en Europa o en el Pacífico. Esta industrial recibió numerosos encargos por parte del Alto Mando Aliado como la fabricación de una crema de color negro que sirviera para el camuflaje de los soldados e incluso una línea de cosméticos que levantase el ánimo del personal femenino que trabajaba en las bases militares. En 1943 el cuerpo de marines encargó a Elizabeth Arden un lápiz de labios y un esmalte de uñas y por ello se tuvo que desplazar a las instalaciones militares de Camp Le June (Carolina del Norte) para ver con sus propios ojos cómo eran los uniformes de las mujeres del campamento y en qué color estaban confeccionados. Tras ver que eran de color verde y hablar con distintas auxiliares para saber y cotejar sus opiniones llegó a la conclusión que el lápiz de labios y el tono del esmalte de uñas debían de ser rojos. Incluso le puso el nombre de Victory Red (“rojo victoria”) que se haría famoso no solo entre las mujeres de los cuarteles sino también entre los soldados ya que llevar ese color era signo de ser un buen patriota y que colaborabas para obtener la victoria final.
sábado, 13 de junio de 2020
LA MANO QUE LIBERA
En la antigua Roma solo un ciudadano libre podía liberar a sus propios esclavos. Para dejarlos en libertad existían distintas formas, desde la más informal hasta la más burocrática y ritual. Empezando por la primera un ciudadano podía, simplemente, despedir a su esclavo o esclavos en presencia de sus amigos los cuales servirían de testigos del hecho. También, de manera intermedia, el propietario del esclavo lo podía llevar a inscribir en el censo de ciudadanos o bien dejar esta disposición escrita en su propio testamento. Pero si ésta puesta en libertad se quería hacer siguiendo las pautas establecidas el ciudadano debía acudir directamente a un magistrado y hacer el ritual de la manumisión. En ella el propietario declaraba su voluntad de dejar libre a su esclavo y mediante un gesto con las manos le hacía darse la vuelta y señalarle la puerta de salida. Echándole de la habitación, a fin de cuentas. Este gesto en latín se llama manu misit (de ahí la palabra manumisión) y a partir de aquí el esclavo pasaba a ser un liberto adquiriendo de facto la ciudadanía romana con la que podía acceder a un cargo público (en el Imperio), entrar en el ejército o recibir una paga por su trabajo o adquirir tierras si así lo deseaba.