Se dice que
alguien ofrece el oro y el moro cuando promete algo desmesurado e imposible de
realizar. Para conocer el origen de esta expresión hemos de remontarnos al
reinado de Juan II de Castilla cuando un grupo de caballeros jerezanos
apresaron en 1426 a Abdalá, alcaide de la ciudad de Ronda (Málaga) y a su
sobrino Hamet. Después de varios días de negociación estos caballeros liberaron
al alcaide tras recibir una fuerte suma de dinero por su rescate, pero se
negaron hacer lo mismo con el sobrino. El rey, cuando se enteró de este hecho,
solicitó que liberaran igualmente al reo que quedaba pero éstos, a instancias
de la esposa del capitán, respondieron que solo lo liberarían si se pagaban
cien doblas más. Esta vez el rey, enojado en grado sumo, tomó cartas en el
asunto e hizo que trasladaran a Hamet a la corte con la promesa de liberarlo después.
Esto hizo que mucha gente sospechara que el rey Juan quería tener cerca al moro
para pedir posteriormente una suma mayor de oro y quedarse después con él.
domingo, 29 de julio de 2018
sábado, 28 de julio de 2018
LA KATANA DEL SAMURÁI
La katana,
espada japonesa por excelencia, es uno de los iconos más reconocibles de ese país.
La vemos en fotos, cuadros antiguos, animes y mangas, y no falta película de samuráis
en las que un temible guerrero no luzca una destreza increíble con esta arma. Aun
así llama mucho la atención que la katana no fuera en un principio el arma
principal de la panoplia de un samurái como comúnmente se ha creído. Esta arma,
proveniente de China, fue conocida en Japón entre el siglo X y el siglo XII como zhanmadao
o destripadora de caballos ya que era una espada idónea para rajar el vientre
de este animal en plena batalla. En la Edad Media las armas preferidas de los
guerreros nipones eran el arco y la lanza y aunque ya en el
periodo Sengoku (siglos XV y XVI) algunos ya empezaban a portar katanas éstas no eran más que un
complemento secundario. Fue en cambio en el periodo Edo (o periodo Tokugawa, siglo XVII),
en pleno proceso de pacificación del país tras las guerras civiles, cuando los samuráis
comenzaron a darle mayor importancia a la katana y a utilizarla junto con el wakizashi (sable de menor tamaño). Desde
ese momento la katana se convirtió en un símbolo de los samuráis, un ornamento
que daba mayor status a su portador, aunque ya no hubiera guerras intestinas en
las que luchar. Los samuráis las llevaban a todos los lados, portaban esos
espadones para reafirmar su autoridad y gustaban de fotografiarse con ellas incluso
cuando su tiempo de hegemonía hubiera pasado. Esto hizo que la katana se
hiciera internacionalmente famosa fundiendo su imagen y destino al de los
valientes samuráis.
viernes, 27 de julio de 2018
DE CUANDO LA IGLESIA PERSEGUÍA EL TABACO
Es sabido que
muchos papas han sido grandes fumadores, pero hubo un tiempo en que el Vaticano
no fue tan favorable al “vicio traído de América”. En 1642 el papa Urbano VIII
publicó una bula llamada Cum Ecclesiae
en la que anunciaba que cualquiera que fumara, mascara o aspirara tabaco dentro
de las iglesias de Sevilla quedaría automáticamente excomulgado ya que temía
que el humo de esta sustancia empañara la visión dentro de la iglesia además de
evitar que los propios sacerdotes se entretuvieran tomando un poco de rape o liándose
algún cigarro en mitad de la liturgia. Tiempo después, en 1650, Inocencio X
amplió esta prohibición a más iglesias de la cristiandad. No fue hasta 1745 que
Benedicto XIII decidiera anular este castigo ya que se daba cuenta de que la
mayoría de los feligreses no hacían otra cosa que entrar y salir continuamente
de la iglesia para fumarse un cigarrito.
Como ejemplo de
los recelos que suscitaba el tabaco a las altas esferas eclesiásticas hay que
señalar que la Santa Inquisición española no dudó en condenar a Rodrigo de
Jerez, que ostentaba el título de ser el primer europeo en fumar tabaco, por
haber exhibido dicho “invento satánico” en mitad de la calle, a la vista de
todo el mundo, e incluso haberlo cultivado en su propio huerto. A consecuencia
de ello estuvo encerrado casi cinco años. Me imagino que lo primero que hizo nada
más salir de la prisión fue echarse una calada.
viernes, 20 de julio de 2018
EL ÁNGEL DE ELNA
Nada más acabar
la Guerra Civil Española fueron cientos de miles las personas que buscaron
refugio más allá de nuestras fronteras, muchas veces en condiciones extremas.
Las personas que salieron de España por los Pirineos no fueron aceptadas de
buen grado por las autoridades francesas que decidieron recluirlas en campos de
concentración improvisados en playas u otros lugares en condiciones miserables.
Uno de los testigos de este castigo fue una enfermera suiza llamada Elizabeth
Eidebenz (1913 – 2011) quien, viendo como las mujeres embarazadas daban a luz
en las dunas de las playas francesas, sin privacidad y con gran peligro para
sus vidas (la tasa de mortalidad era del 95%), decidió buscar una solución
humanitaria a este problema. Junto con otras mujeres y algunas enfermeras
voluntarias abrieron un palacete abandonado en Elna, junto al campo de
Argelès –sur-Mer, para acoger a todas las mujeres españolas que estuvieran en
esas condiciones tan precarias, además de a judías que huían del régimen nazi, para que
pudieran dar a luz en condiciones dignas. Cuando los gendarmes franceses acudían
a esta casa a detener a una mujer, Elizabeth se paraba delante de ellos y les
espetaba que “¡Esto es Suiza!”. Durante los años que estuvo abierto aquel
palacete nacieron alrededor de
597 niños y 200 judíos salvaron sus vidas. Aun así este remanso de paz
terminó en 1944 cuando los nazis cerraron aquel oasis en el que mucha gente
pudo sobrevivir a los horrores de la guerra. Por su labor en la Guerra Civil y durante la Segunda Guerra Mundial, Elizabeth Eidebenz fue condecorada con la Medalla de Justo entre las Naciones, la Cruz de Oro de la Orden Civil de la Solidaridad Social, la Legión de Honor y el Premio Cruz de San Jorge.
La Maternidad Suiza de Elna
lunes, 16 de julio de 2018
BREVE HISTORIA DE LA GUERRA FRIA - Eladio Romero
Tras la caída de
Berlín nada fue igual. La ocupación de la capital germana por parte del
ejército soviético y por ejército aliado conformó un nuevo mundo dividido en
dos bloques irreconocibles. Ya nada sería igual, pues el ansia de expandir las
ideas políticas y el miedo a ellas crearía un nuevo orden que pondría en
peligro la vida de millones de personas. El escritor británico George Orwell,
autor de libros como 1984 o Rebelión en la granja, fue el primero
que llamó guerra fría a este conflicto silencioso y soterrado, mientras que
otros políticos y financieros como Bernard Barcuh, en 1947, afirmaba que
“estábamos inmersos en una guerra fría”. Gélida. Fueron más de cuatro décadas
las que el mundo estuvo en vilo viendo como dos superpotencias se amenazaban
mutuamente a la espera de quien pondría el dedo en el botón rojo. Un tiempo de
espías y luchas intestinas, de planes arriesgados y noches en vela, de
propaganda falsaria y odio irracional. Una época magníficamente detallada por
Eladio Romero García en su libro Breve
Historia de la Guerra Fría (editado por Nowtilus, 2018)
Como ya he
bosquejado anteriormente, después de la Segunda Guerra Mundial el mundo se
dividió en dos grandes bloques: el occidental (o capitalista) comandado por
Estados Unidos, y el oriental (o comunista) con la Unión Soviética al frente
junto con un nutrido grupo de países satélites. Ambos separados por un férreo
Telón de Acero. Dos superpotencias que se miraban con recelo y que no tenían
reparos en exhibir quién tenía la estaca más grande, o lo que es lo mismo una
creciente e imparable carrera armamentística que amenazaba con destruir al
planeta. Tendríamos que buscar los orígenes de esta guerra fría muchos años
antes de la Segunda Guerra Mundial. En concreto en la Rusia de 1917. La posible
exportación de ideas comunistas a Estados Unidos provocó el miedo y la
desconfianza hacia esta ideología que podía
hacer tambalear el sistema económico americano. Y este recelo hacia la
Rusia bolchevique siguió de manera continuada hasta 1945. Desde entonces la
Guerra Fría evolucionó en distintas etapas: desde la inicial o de tanteo a
partir de 1947; pasando por la más dura (hasta 1953) en donde imperó el miedo
nuclear; la del deshielo y la guerra de movimientos (hasta 1964); y su
finalización con la caída de la Unión Soviética (1985 – 1991) en donde la
Perestroika y el Muro de Berlín acabaron de dar puntilla a una de las dos
superpotencias, en este caso la comunista.
Lo curioso de
este conflicto soterrado es que (hasta que nosotros sepamos) no hubo luchas
directas entre ellos pues Estados Unidos y la URSS preferían dirimir sus
discrepancias en casas ajenas, como por ejemplo en Corea, Vietnam, Afganistán,
el Líbano, el Salvador, Angola… Cientos de muertes y tragedias trajo consigo
este conflicto, pues no solo fue una demostración de la superioridad política o
armamentística de una potencia sobre otra sino que también estaba en juego el modus vivendi de un bloque frente a oro.
Incluso esta guerra sucia no se contento con jugarse en nuestro planeta sino
que también solventaron sus disputas en el exterior, en una carrera especial digna
de una guerra de las galaxias. El trabajo de Eladio Romero García, Breve historia de la Guerra Fría, nos
trae una apasionante época, mitificada por la literatura y el cine hasta el
extremo, que nos hará comprender como se forjó y como evolucionó un
enfrentamiento que mantuvo con el alma en vilo a un mundo que creía ya llegada
la tercera guerra mundial.
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