jueves, 28 de julio de 2016

¡QUE LES CORTEN LA CABEZA!



Uno de los rasgos más característicos de Santa Teresa de Jesús era, sin lugar a dudas, su fuerza de voluntad, a lo que se le añadía la valentía para enfrentarse a cualquier persona o hecho que hiciera peligrar su obra. Un ejemplo de ello ocurrió en 1571 cuando la santa abulense, tras haber realizado con éxito una serie de fundaciones por media España, decidió volver al Monasterio de la Encarnación (Ávila) dónde ingresó como en 1535 como novicia y finalmente terminó como priora. Llama la atención que cuando Santa Teresa llegó a las puertas de su alma mater, en vez de ser recibida por sus hermanas y familiares con los brazos abiertos, se produjera, al contrario, abucheos e insultos airados pues muchas crearían que la santa había vuelto al monasterio para imponer unas reglas estrictas y privarlas de las pocas diversiones que tenían.

Pero éstas desconocían con quien se jugaban los cuartos, pues Teresa de Ávila en cuanto comprobó cómo estaban los ánimos, en vez de enfadarse, optó por la diplomacia y mientras por un lado les tranquilizó diciendo que respetaría sus hábitos diarios, por otro, en cambio, quiso erradicar una mala práctica que se producía en el monasterio desde hacía tiempo. Esta consistía en que a pesar de las prohibiciones conventuales que existían era normal que los parientes y algunos caballeros o galanes entraran dentro de sus paredes a conversar con las monjas. Claro está, Santa Teresa lo prohibió desde el primer minuto que puso los pies en el sagrado recinto. A consecuencia de ello la nueva norma provocó la ira de muchos hombres acostumbrados al trato anterior, y hubo incluso algunos que se atrevieron a levantar el puño a la antigua priora. Ésta, en vez de amilanarse, se acercó a ellos y les dijo que si alguno volvía a entrar al monasterio escribiría al rey Felipe II solicitando le cortaran la cabeza al osado caballero que incumpliera sus normas. La noticia corrió como la pólvora por Ávila, y desde aquel día, como por arte de magia, no hubo hombre alguno que volviera a colarse en el monasterio.

lunes, 25 de julio de 2016

EL ORIGEN DE LAS BOTAS CHIRUCAS



Las personas que alguna vez hemos recorrido las montañas y valles de nuestra geografía, o que hemos practicado senderismo, seguramente se acuerden de las botas chirucas, aquel calzado fuerte que mantenía a salvo nuestros pies de las irregularidades del terreno al igual que nos mantenía calentito frente a las adversidades del clima. Así pues para la gente que alguna vez se las ha calzado e igualmente para las que desconocen su existencia permítanme que retroceda a principios del siglo XX, precisamente a principios de la Primera Guerra Mundial y conozcan la curiosa historia de estas  botas. Todo comenzó cuando unos soldados franceses derribaron un avión en los Pirineos catalanes. Dio la casualidad que el artefacto cayera en un pueblo de Girona, Tortellá, donde precisamente, cosas del destino, vivía un ingeniero textil, Esteban Fontfreda, el cual nada más enterarse de lo ocurrido acudió donde se había producido el siniestro. Pero mientras los demás lugareños se llevaban trozos de metal como recuerdo, él vio en uno de esos restos un posible uso. Se llevó un pedazo de fuselaje a casa y allí lo utilizó como molde de una futura bota que tenía en mente desde hacia tiempo. Parece ser que cuando estalló la guerra muchos ciudadanos franceses atravesaban los Pirineos huyendo del horror de las bombas y nuestro ingeniero se daba cuenta de que la mayoría calzaba un tipo de botas que no existía en España. Pero cuando terminó el modelo se dio cuenta de una cosa… ¿cómo lo iba a llamar? Su mujer se llamaba Mercedes y el cariñosamente le decía chiruca, que es el diminutivo gallego de ese nombre . A esto hay que añadir que en aquellos años en los teatros de España se representaba una obra del autor Torrado titulada de la misma manera. Así pues, con estos antecedentes, este producto made in spain pasó a llamarse Chiruca. Una de las botas más internacionales que han existido.

Pero la historia de este calzado no fue siempre un camino de rosas ya que cuando la Segunda República llegó al poder el estado expropió esta empresa y no fue hasta la victoria de las tropas nacionales del general Franco cuando volviera de nuevo a las manos de aquellos empresarios. Fue entonces, en aquellos años, cuando las botas chirucas vivieron su época de esplendor, pues no solo las utilizaba mucha gente cuando iban a la montaña sino que también se podía ver al Caudillo en el NODO andando con este calzado cuando iba de cacería. Incluso en el bando contrario, por la década de los sesenta, los estudiantes gustaban de llevar estas botas porque eran muy resistentes y cómodas cuando corrían delante de los llamados grises. Pero cuando en los años 70 entraron y se pusieron de moda las zapatillas de deporte tanto nacionales como extranjeras, la marca chiruca decayó tanto que estuvo a punto de desaparecer. Hasta 1992 estas botas casi no se vendían, año en que la firma Gore Tex le incorpora un forro impermeable especial. En 2002 otra empresa, Calzados Fal  se hace cargo de las Chirucas llevándolas de nuevo a ser la reina de las botas de montaña y senderismo.

lunes, 11 de julio de 2016

Y EL SALVAJE OESTE LLEGÓ A ESPAÑA



William F. Cody (1846 – 1917), más conocido como Buffalo Bill, es sin lugar a dudas uno de los mitos más grandes que ha dado el llamado Lejano Oeste. Hizo casi todos los oficios de su época desde trampero, vaquero, jinete del Pony Express, conductor de diligencias, director de hotel,  e incluso soldado en la Guerra Civil de su país. El apodo por el que pasaría a la Historia se lo pusieron los trabajadores de la compañía ferroviaria Kansas Pacific Railway ya que éste les suministraba carne de búfalo para sobrevivir. En total mató, nada más ni nada menos, que a unos 4800 de estos animales en 18 meses. Puede parecer que ya había hecho de todo en aquel duro mundo, pero a finales del siglo XIX creó un espectáculo llamado El Salvaje Oeste de Buffalo Bill en el que junto a personajes míticos como Toro Sentado o Calamity Jane  recreaba la vida de las praderas. Este gran circo se hizo tan famoso que recorrió gran parte del planeta, atrayendo no solo a millones de personas, sino que incluso reyes y reinas de todos lados no dudaban en acudir a ver el espectáculo.

Y es precisamente en este momento cuando se produjo uno de esos episodios desconocidos dentro de la Historia de España que muy poca gente conoce. En aquellos días finiseculares el circo de Buffalo Bill hizo parada en Barcelona, en concreto el 18 de Diciembre de 1889, y durante casi un mes que duró su estancia en la Ciudad Condal la realidad y la leyenda se dieron la mano para crear una historia de lo más singular. La prensa del momento puso toda la carne en el asador al dar la noticia diciendo a bombo y platillo las cosas increíbles que traía consigo el mítico cazador de búfalos: “200 pieles rojas y otros tantos  vaqueros mejicanos, y 200 animales, entre caballos, búfalos y bisontes”.  La publicidad que se hizo del evento fue brutal y cualquier paso que daba el circo era puntillosamente publicado, desde la vistosa cabalgata que recorrió la ciudad, hasta el levantamiento de su aparatosa carpa en la calle Muntaner, entre Córcega y Rosellón. Todo valía para excitar al público y estimularle la imaginación. El periódico La Iberia escribió el 22 de Diciembre que los indios y los vaqueros estaban separados porque si no podían matarse entre sí. Incluso se fletaron trenes para que acudiera la gente a verlo. Cientos y cientos de personas se congregaban para ver la mayor feria del mundo. (Continuar leyendo)

domingo, 10 de julio de 2016

POR SI ACASO



Días después de que falleciera el eminente político liberal Práxedes Mateo Sagasta (Torrecilla de Cameros, Rioja, 1825 - Madrid, 1903) su hijo acudió al despacho que éste tenía en el Congreso de los Diputados para recoger los enseres que su padre había quedado allí, pero cuando rebuscaba en los cajones se encontró de pronto con un sobre que contenía cinco pesetas. Extrañado se fijo en que en la parte trasera había algo escrito con la letra de su padre que decía lo siguiente: “Por si me tengo que volver a mi pueblo”. Se cree que eran unos ahorrillos que había ido guardando poco a poco por si alguna vez era despedido o se producía algún golpe de estado y tenía que poner pies en polvorosa y regresar a su pueblo de la Rioja.