Todo el mundo
sabe que significa la palabra “idiota”. No creo que haga falta que les indique
el significado, pero lo que sí es interesante saber es que no siempre este término
despectivo significó lo que hoy en día. El origen del vocablo idiota hay que
buscarlo en la antigua Grecia. Allí el término idiotes se refería a la persona que no quería meterse en temas políticos
y públicos y que solo se preocupaba de su vida privada. E incluso hacía
referencia a las personas asociales que se retiraban de la sociedad y que no
querían saber nada de ella. Pero fue en tiempos de los romanos, poco después,
cuando la palabra idiota empezó a teñirse de una sombra despectiva. De persona
asocial pasó a persona ignorante, iletrada y torpe que no sabía conducirse
entre la gente.
miércoles, 31 de mayo de 2017
sábado, 27 de mayo de 2017
ARDE EL DESIERTO - Juan Pastrana Piñero
El Sahara. Un
lugar, actualmente en continuo conflicto entre Marruecos y el Frente Polisario,
que a los españoles nos trae a la memoria imágenes de desiertos infinitos,
padres y abuelos convertidos en soldados que hacían el servicio militar entre
arenas inmensas y permisos en Sidi Ifni, o recuerdos de la última colonia de un
Imperio que hace siglos perdimos por el devenir de la Historia. Ahora para los más
jóvenes no es más que un punto en el mapa africano, pero hubo un tiempo que fue
un orgullo para los españoles y en el que incluso se produjo nuestra última guerra
colonial. La más desconocida de todas en este siglo XX. Una lucha que fue
silenciada en su momento y que poco a poco va saliendo a la luz en un buen
número de ensayos históricos. Una encomiable labor de recuperación de la
memoria hecha por historiadores como por ejemplo el que ahora les traigo en
estos momentos, Juan Pastrana Piñero, autor de la obra Arde el Desierto, en el que analiza de manera brillante como fue
aquella guerra del Ifni-Sahara en 1957-1958 y como cambió el mundo marroquí a
partir de entonces.
Obviamente, como
cualquier trabajo histórico que se precie el autor retoma esta historia desde
el principio, ab ovo, poniéndonos en
situación acerca de la historia del Sahara español antes del conflicto desde su
hallazgo, colonización y aprovechamiento de esa pequeña franja pesquera (Santa
Cruz de la Mar Pequeña) y finalmente hasta su ocupación definitiva de Ifni en
1934 en tiempos de la Segunda República (y no como piensan algunos que lo del
Sahara fue un invento de tiempos franquistas) Tras hacernos aterrizar en un
mundo de límpidas arenas y cielos inmensos, Juan Pastrana Piñero nos lleva al
meollo de la cuestión, a la propia guerra en sí. El 7 de Abril de 1956 se cierra
en Rabat un acuerdo en el que se anuncia el fin del Protectorado Español sobre
Marruecos quedándose España con la zona de Ifni. Este cierre en falso
envalentona a los marroquíes y comienza a soñar con la independencia total de
la zona y principian a reclamar las colonias españolas del Sahara. El soberano
alauita Mohammed V alienta y finanza grupos paramilitares y nacionalistas árabes
como Istiqlalal o el Ejercito de Liberación Marroquí para llevar a cabo estos
planes.
El 10 de Abril
de 1957 después de que se produjeran violentos disturbios y asesinatos de
soldados y funcionarios españoles en la zona el gobierno español decide enviar allí
dos banderas de la Legión pero como el hostigamientos de las guerrillas son persistentes
Franco ordena enviar otras banderas de la Legión con el fin de acabar con esta
mini guerra. Pero llega el mes de Noviembre y el conflicto en vez de enfriarse
se caldea más. El día 23 las fuerzas marroquíes cortan las comunicaciones en
distintos puntos y atacan simultáneamente con miles de guerrilleros el Sidi Ifni.
Sitian la capital pero al ser difícil de atacar y debido también a la bravura
de sus defensores junto a la ayuda recibida desde el mar, la capital resiste.
Tras los primeros envites el asedio queda en tablas y se mantiene hasta Junio
de 1958. El Ejercito de Liberación
Marroquí, viendo que no podía logra su fin decidieron entonces tomar, en una
segunda fase, otros puntos vitales del Sahara español y seguir hostigando a los
soldados enemigos. Es en estos momentos cuando se produce uno de los momentos
claves del conflicto, la Batalla de Edchera (1958). Un grupo de guerrilleros
asediaron a una expedición de la Legión y a pesar de que fue una lucha
desesperada solo murieron un total 87 soldados frente a los 241 del bando marroquí.
Obviamente esto levantó mucho la moral a las fuerzas gubernamentales. A partir
de ese momento y junto a la entrada de la ayuda amiga del ejército francés
ambos países (España y Francia) consiguieron barrer al enemigo marroquí y
reconquistar la zona. Marruecos admite la derrota pero en los acuerdos de Angra
y Cintra les son devueltos buena parte de los territorios saharauis menos el
Sahara Español y Sidi Ifni (que se perderán años después en 1975 en los
Acuerdos de Madrid tras la famosa Marcha Verde).
Tras la lectura
de este libro tan vibrante, el autor nos hace observar ciertos hechos
importantes. Por un lado el lamentable estado en que estaban los soldados
españoles, un autentico ejercito en sandalias y armamento desfasado, frente al
mejor equipamiento marroquí más preparado. Como siempre se había ensalzado las
virtudes castrenses españoles pero la verdadera realidad es que el soldado español
del momento estaba totalmente desprotegido frente a las adversidades del lugar teniendo
muchas veces la bravura como única arma. También nos señala el libro Arde el Desierto, como las fuerzas
internacionales tuvieron que intervenir en el asunto y como por ejemplo Estados
Unidos se convirtió en juez de la contienda prohibiendo a España utilizar sus
armas (barcos y aviones) en combate llegando por tanto las tropas españolas a
utilizar armamento de la Segunda Guerra Mundial. Y lo que es más grave y
dañino: fue una guerra totalmente silenciada por las autoridades de Madrid.
Viendo que el ejército del Sahara estaba siendo sitiado y en apuros decidieron
que las noticias no llegaran a España y sí así se hacía que lo fuera de manera
sesgada. Atención a lo que decía una noticia del periódico ABC en aquellos
días: “No se registran actividades de importancia en los territorios españoles
de África Occidental. Se han producido algunos tiroteos en Ifni y Sahara…” Incluso
se enviaron a humoristas como Gila o folcloristas como Carmen Sevilla para
levantar los ánimos de las tropas españolas en plan tour de las estrellas. Pero
la verdad es que hubo alrededor de 300 bajas puestas encima de la mesa y como
eso iba en contra de la imagen del Régimen el asunto quedó aparcado y olvidado,
los veteranos silenciados, y así hasta que como he indicado anteriormente poco
a poco el trabajo de los historiadores, como Juan Pastrana Piñero, van mostrándonos
poco a poco como fue en realidad aquel conflicto a base de duro esfuerzo, un
aparato bibliográfico contrastado y una narración brillante.
jueves, 18 de mayo de 2017
REY POR UN DÍA
Muchas veces
hemos oído decir de la expresión “Sabe más que Lepe” o “Es más listo que Lepe”
alegando que una persona tiene muchos conocimientos y sabe responder a
cualquier pregunta que le hagan por muy intrincada que sea. Pero ¿sabían de
donde proviene este dicho tan famoso? Hay quienes opinan que su origen proviene
de un religioso oriundo de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) llamado don Pedro de Lepe
y Didantes (1641 – 1700), obispo de Calahorra, el cual atesoraba una gran
sapiencia además de haber escrito uno de los grandes betsellers de la época, el Catecismo
de la Doctrina Cristiana.
En cambio otros
creen que este dicho es mucho más antiguo y se lo adjudican a un tal Juan de
Lepe, ciudadano ilustre de esa localidad de Huelva. Parece ser que el tal Juan
era muy pobre, pero lo que le faltaba en sus bolsillos lo ganaba en inteligencia.
Tan dicharachero y arriesgado era que nada más llegar a Inglaterra en el siglo
XV se introdujo en la corte y con los años se hizo amigo, confidente y bufón
del propio rey Enrique VII (tal vez por esto se hable de los chistes de Lepe).
Un día en que el rey estaba aburrido Juan le propuso jugar a las cartas para
pasar el rato. Al principio solo apostaron unas pocas monedas pero el rey
comenzó a picarse y las apuestas comenzaron a írseles de las manos. En la
jugada decisiva Enrique VII, todo excitado por la partida, quiso jugarse el
reino entero prometiendo a Juan que si perdía esa mano le cedería la corona por
un día. Y así fue, el rey perdió y Juan, el bufón de la corte, se convirtió en
monarca durante 24 horas pasando a conocérsele como “el pequeño rey de Inglaterra”. Pasado ese tiempo volvió a cederle la corona
a su legítimo dueño y con los años Juan volvió cargado de riquezas a su
localidad de Lepe. Allí vivió holgadamente y con el dinero que había traído
restauró el convento franciscano de Nuestra Señora de la Bella, en donde a su
muerte fue enterrado.
sábado, 6 de mayo de 2017
BREVE HISTORIA DE LAS BATALLAS NAVALES DE LA EDAD MEDIA - Víctor San Juan
La Edad Media.
Un largo tiempo de la Historia que en Europa nace con la caída del Imperio Romano
de Occidente y que durará hasta la caída de Granada y el descubrimiento de
América en 1492 o con la caída de otra de las grandes ciudades de la
civilización, Bizancio en 1453. La polémica con la fecha final de esos casi mil
años de oscuridad es continua, pero en lo que la gran mayoría de los
historiadores están de acuerdo es que con el comienzo de ella se produjo en el
continente una calma chicha pareciendo
que todo se había congelado. Mientras que el comercio, las ciudades y grandes
burgos se paralizaban, lo único que continuaba su movimiento inexorable eran
los Cuatro Jinetes que una vez vio San Juan en su Apocalipsis. La guerra
campaba a sus anchas, cientos de personas morían bajo el filo de la espada de
nuevos reyes e invasores, las enfermedades asolaban sitios donde eran meras
pesadillas pretéritas y el hambre desgarraba los estómagos que buscaban inútilmente
comida en graneros desabastecidos. Todo ese comienzo y gran parte de la Alta
Edad Media fue un caos y solamente una pequeña vela de esperanza titilaba en
los fríos scriptorium de los
monasterios. Y si fue un tiempo difícil en tierra, igualmente lo fue en el mar.
Mucho se ha estudiado de la Edad Media dentro del continente europeo y muchas
veces parece que no existiera el mar. Así pues el libro que les traigo en estos
momentos nos descubre una nueva Edad media desde un nuevo punto de vista: la Media Aetas desde el punto de vista
naval. Con todos ustedes el reciente trabajo de Víctor San Juan, Breve Historia de las Batallas navales de la
Edad Media.
Pero aunque el
comienzo de la Edad Media fue un caos y un congelamiento en las relaciones
urbanas, el estado de la marina y de los movimientos en el Mare Nostrum y en el Atlántico en esos momentos fue el mismo y no
porque fuera culpa de la nueva era que se abría sino porque era heredera de una
quietud inusitada que se había venido produciendo desde el nacimiento del
Imperio romano en el siglo I d. C. En tiempos de los emperadores las aguas del Mediterráneo
se habían tranquilizado desde el punto de vista militar y comercial hasta
llegar a niveles de estancamiento. Pero con la caída del Imperio Occidental en
el 476 d. C aquellas aguas inmovilizadas comenzaron a tomar vida. Los grandes
movimientos de los pueblos llamados barbaros, como por ejemplo los hunos, los
godos o vándalos…, aunque en un
principio no participasen en el campo marítimo al desconocer en muchos casos
los rudimentos marítimos, pronto se hicieron eco de ellos para moverse y poder
alcanzar nuevos territorios. Y pasado el tiempo, en cambio, fueron otros
pueblos como los vikingos (sobre todo) o los árabes los que supieron sacar todo
el jugo a las rutas marítimas para conquistar y comerciar. Destaca por encima
de ellos los ya nombrados vikingos y normandos quienes tenían una cultura marítima
muy por encima de los demás. Gracias a sus drakkars
asolaban cualquier costa del mundo conocido, incluso la neblinosa Albión, y no
solo hacían prevalecer sus rapiñas a la luz de saqueos sangrientos sino que
también tenían una visión comercial excelente llegando a los confines del mundo
conocido en Europa retomando ríos hasta llegar hasta las mismísimas puertas de
Bagdad.
La Edad Media
fue un tiempo largo y en aquellos siglos las técnicas marítimas evolucionaron
de manera exponencial. Lo que en un principio fueron movimientos puntuales
pronto hicieron que ciudades de Europa como Venecia o Génova se convirtieran en
emporios del comercio y de la guerra. El nacimiento de las Cruzadas (siglo XI –
siglo XIII) y la famosa Guerra de los
Cien Años (1337 – 1453) hicieron que en lo tocante al tema militar hubiera un
resurgimiento de la marina de combate. Víctor San Juan nos muestra como era el
movimiento de tropas tanto en el Atlántico como en el Mediterráneo, cómo eran
aquellos barcos de guerra, cómo estaban compuestos y como muchas veces hasta
participaban en asedios ya fuera en las frías aguas atlánticas o en las
caldeadas aguas de un Mediterráneo donde se dirimían contiendas
religiosas. Con su peculiar estilo de
escritura con la que normalmente atrapa al lector desde el primer momento, nos
muestra, a la vez de cómo evolucionó el tema marítimo en la Edad Media, un
total de 27 batallas navales desde la Batalla del cabo Bon (468) hasta la
fastuosa toma de Constantinopla (1453), que marcaron el devenir de aquel tiempo
en el que la espada y la oscuridad pugnaban por conquistar aquel mundo feudal.
miércoles, 3 de mayo de 2017
ORGULLOSO DE SU LENGUA
A finales del
siglo XIX el que fuera embajador de España en la Santa Sede en tiempos de León
XIII era de origen extremeño. Cuando pasó un tiempo prudencial tras haber
presentado sus credenciales fue llamado de nuevo por el Papa para preguntarle
qué era de su vida, si se estaba acostumbrando a vivir en Roma, y que si tenía
alguna duda con respecto al protocolo que allí imperaba. Este ruego fue hecho
en italiano, idioma oficial del Vaticano, pero como el embajador español no
respondía y el silencio empezaba a ser algo molesto León XIII volvió a
preguntarle si además de hablar castellano acaso también lo hacía en inglés o francés.
Aun así el embajador no acertaba a contestar, y por ello el cardenal Mariano
Rampolla que estaba allí presente y que había sido Nuncio papal en Madrid le
tradujo lo que el Santo Padre le había preguntado. Después de escucharle el
embajador se puso muy serio, enderezó su cuerpo y le dijo al cardenal lo
siguiente: “Diga Su Eminencia a su Santidad que yo también hablo otra lengua
que se llama extremeño que es igual de grande y bonita que el inglés o el
francés”.
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