A principios de
año, entre Enero y Febrero, las familias estadounidenses con hijos menores de
trece años pueden realizar una inscripción previa con el fin de ser invitados a
la famosa White House Easter Egg Roll,
o lo que es lo mismo la carrera (o rodada)
de huevos de Pascua que se realiza en los jardines de la Casa Blanca. Los
agraciados tienen que estar a las siete de la mañana ante las puertas de la
casa presidencial pues a partir de esa hora, junto con el presidente y la
primera dama de turno, los más pequeños pueden pasar un día inolvidable
participando en un buen número de juegos, concursos y actividades. Aunque el
plato estrella es, sin duda alguna, la famosa carrera de huevos de Pascua en la
que los niños, armados con una cuchara de madera, han de empujar dichos huevos
por unas calles pequeñas limitadas por cintas de colores. El origen de esta
festividad tan particular hay que buscarla un lunes de 1878 cuando el
presidente Rutherford B. Hayes abrió los jardines a los niños para que buscaran
los huevos de colores que el conejito de Pascua había escondido entre los
matorrales de la Casa Blanca. Siempre se ha realizado los Lunes de Pascua por
ser tan una fecha importante en el mundo anglosajón pero hubo ocasiones en que
no se pudo realizar como por ejemplo durante las dos guerras mundiales o entre
1946 y 1952 por problemas internos del país. Aun así el travieso conejo de
Pascua volvió a llevar sus regalos en 1953 siendo presidente Dwight D. Eisenhower.
domingo, 28 de abril de 2019
domingo, 21 de abril de 2019
LA BATALLA DE MIDWAY - José Manuel Gutiérrez de la Cámara Señán
“Me temo que
hemos despertado a un gigante dormido. Su respuesta será terrorífica”.
(Almirante Isoroku
Yamamoto)
El 8 de
Diciembre de 1941 el presidente de los Estados Unidos de América Franklin
Delano Roosevelt, destrozado física y mentalmente por los hechos vividos el día
anterior, o lo que es lo mismo el ataque sufrido en Pearl Harbor por parte de
la Marina Imperial Japonesa, se dirigía al Congreso, a la vez que a toda la
nación entera, afirmando que aquel ataque a traición sería recordado por la
eternidad como una fecha que vivirá en la
infamia. Palabras duras pero contundentes que resumían el sentir de todos
los estadounidenses. El bombardeo de Pearl Harbor fue tomado como una vil bofetada
provocando que tras la firma de la declaración de guerra miles de americanos se
alistaran para devolver bomba a bomba lo sufrido. El primero en idear un plan
de venganza con el que levantar el ánimo estadounidense fue el coronel James
Doolittle el cual procedió a responder a los japoneses bombardeando su propio
territorio. El 18 de Abril de 1942 un grupo de aviones, encabezando una misión
suicida, despegaron del USS Hornet
para asestar un golpe al corazón nipón. Pero aunque los resultados fueron ínfimos
tuvo un gran impacto en la moral japonesa al darse cuenta que la guerra llamaba
a sus propias puertas. A partir de aquí
ambos bandos sabían lo que había que hacer para sobrevivir: acabar con
el enemigo fuera como fuera. Este pensamiento se llevó a cabo en el gran teatro
de guerra que fue el Pacífico, y aunque pueda parecer que las enormes
distancias harían imposible un bando ganador hubo una batalla que inclinó la
balanza definitivamente hacia uno de ellos. El capitán de navío José Manuel Gutiérrez
de la Cámara Señán nos habla de ello en el excelente ensayo La Batalla de Midway, editado por
Nowtilus en su colección Historia Incógnita.
El autor nos
traslada a las mansas aguas del Pacífico para narrarnos los antecedentes,
desarrollo y consecuencias que tuvo la Batalla de Midway (1942). Dichos
antecedentes hay que buscarlos, además del ya mencionado ataque a Pearl Harbor
y su subsiguiente declaración de guerra previa al encuentro que centra nuestro
ensayo, a la llamada Batalla del Mar del Coral ocurrido entre el 7 y 8 de Mayo
de 1942. Los japoneses al principio de la guerra estaban algo indecisas sobre
el rumbo que ésta debía de tomar: o bien conservar las posesiones ocupadas en
territorio chino y en los archipiélagos del Pacífico o dar un golpe decisivo a
los americanos. Pearl Harbor resolvió la ecuación de un plumazo pues ahora
sabían que los americanos iban a echar toda la carne en el asador. Así pues las
fuerzas japonesas quisieron poner en marcha la llamada Operación Mo, o lo que
es lo mismo ocupar toda Nueva Guinea a la vez que aislar a Australia y Nueva
Zelanda para que así las tropas americanas no pudieran recibir ningún avituallamiento
para sus barcos y aviones. Pero esta operación fracasó ya que los japoneses perdieron
en esta confrontación una serie de portaviones que les hubieran sido muy
necesarios en la Batalla de Midway.
El almirante
Yamamoto sabía que no podía mantener una guerra de desgaste contra Estados
Unidos ya que la capacidad armamentística y logística de los americanos era
brutal frente a la japonesa. Así que decidió que todo se tendría que resolver
en una batalla crucial, definitiva. Sería un todo o nada y por eso puso sus
ojos en el pequeño archipiélago de Midway, al noroeste de Hawái ya que, por un
lado, quien controlara esas islas sería el verdadero dueño del Pacífico además
de que permitiría hacer incursiones en la costa Oeste de los Estados Unidos.
Pero lo que no sabían los japoneses era que los americanos ya habían
decodificado los códigos secretos de la armada japonesa y sabían de antemano
que se dirigían hacia allí por lo que el almirante Chester Nimitz decidió
efectuar una sutil trampa con la que ganar la batalla definitiva. Mientras que
los portaviones nipones en su totalidad se acercaban a Midway, Nimitz tenía los
suyos algo apartados y a la vez que los aviones japoneses bombardeaban una isla
medio vacía los portaviones americanos atacaban a sus contrarios que en esos
momentos se encontraban sin protección aérea. Aun así el plan inicial de Nimitz
no tuvo los éxitos esperados ya que los japoneses se defendieron bien sufriendo
pocos daños.
Lo que en parte
resulto decisivo para la victoria estadounidense fue la indecisión de rearme japonés
ya que por un lado equipaban a sus aviones con torpedos para hundir los
portaviones americanos pero por otro los desmontaban para rearmarlos con otro
tipo de armas con los que hundir aviones y cruceros. Este quita y pon de armas
y las informaciones contradictorias que iban y venían de los portaviones
japoneses los condenó definitivamente. Los aviones americanos fueron más
contundentes que los de sus enemigos y el hundimiento de más portaviones
japoneses dio finalmente la victoria a los americanos. La victoria había
otorgado el mando del Pacifico a los americanos y la derrota final japonesa solo
era cuestión del tiempo, es decir el que tardaran los primeros en saltar de
isla en isla hasta llegar al corazón del imperio nipón. Victoria que costaría
sangre, sudor y lágrimas ya que el enemigo se defendería como gato panza arriba
en memorables batallas como la de Guadalcanal (1942 – 1943).
Esto que he
expuesto es un mero resumen de la gran cantidad de hechos emocionantes que
narra José Manuel Gutiérrez de la Cámara Señán en su libro La Batalla de Midway. Al ritmo del motor de los aviones que nos
sobrevuelan y del sabor a sal que impacta en nuestro portaviones particular, el
autor nos desmenuza cómo fue esta batalla transcendental de la Segunda Mundial
y cuáles fueron los actores implicados en cada bando. De forma magistral nos
habla de los acorazados y portaviones que estuvieron presentes, las ordenes que
llevaron a la victoria o la derrota y las estrategias y técnicas que dieron éxito
a los americanos. Un libro muy interesante que nos revela como a veces la
superioridad técnica no es garantía de buenos resultados y que una ingeniosa
decisión supera cualquier adversidad que en principio pueda parecer haber. La Batalla de Midway es un libro
verdaderamente esencial para comprender cómo fue una de las batallas más
importantes y trascendentales de la Historia Contemporánea.
jueves, 18 de abril de 2019
FRANCISCO DE BORJA: DE CABALLERO A JESUITA
Tras un parto
malogrado la reina Isabel de Portugal, esposa del emperador Carlos V, murió el
1 de Mayo de 1539 con tan solo 36 años de edad. Esta muerte causó una gran pena
a su esposo quien organizó una comitiva fúnebre que iría desde Toledo hasta el
sepulcro de Granada donde descansan los restos de sus abuelos los Reyes
Católicos. Para tan penosa misión el emperador designó a Francisco de Borja (1510
– 1572) como responsable de escoltar el cuerpo y de identificarlo al llegar a
su destino final. En Granada la comitiva procedió a abrir el féretro, pero un fuerte
hedor a podredumbre hizo retroceder a los caballeros que había a su alrededor
(cosa normal después de haber andando con el cuerpo de la difunta por media
España y a pleno sol). El arzobispo de la ciudad, con un pañuelo en la nariz,
hizo jurar a los caballeros presentes que en verdad aquella era la emperatriz
Isabel, cosa que hicieron, pero hubo que se quedó callado: don Francisco de
Borja. El arzobispo se sorprendió de la actitud del marqués y le instó a que
jurara poniendo su mano sobre el puño de su espada. A pesar de esto, Francisco,
tras ver el cuerpo abotargado y corrupto de su querida emperatriz, digo con
gran solemnidad que desde ese mismo momento hacía voto de no volver a servir a
ningún señor que se pudiera morir. Tiempo después, tras el fallecimiento de su
esposa, Francisco de Borja renunció a su título y a sus heredades e ingreso en
la Compañía de Jesús.
sábado, 13 de abril de 2019
¿QUIÉNES ERAN LOS GROOM OF THE STOOL?
Uno de los
oficios más peculiares, a la par que asqueroso, de la Historia, fue el Groom of the Stool más
conocido como los limpiaculos de la
realeza. Este trabajo, el de tener aseado el trasero real, era practicado por
funcionarios de la corte que debían estar listos en cualquier momento a la
espera de que el rey los llamara. Incluso a veces tenían que portar wáteres portátiles
por si las ganas se producían fuera de palacio. Llama la atención que aunque
este trabajo pueda parecer denigrante, en verdad había disputas entre las
familias nobles para ver quien ocupaba este cargo tan especial pues la
intimidad que se producía al defecar conducía muchas veces a que los reyes les hicieran
confidencias a sus limpiaculos y que incluso se hicieran amigos íntimos, como
por ejemplo le sucedió a Enrique VIII de Inglaterra con su groom of the stool
particular.
Pero no solo los
reyes de Europa tenían limpiaculos especializados. El Vaticano también disponía
de ellos, pero allí eran llamados Caballeros del baño. Un titulo bastante fino,
como se puede ver. Hacían el mismo oficio que los anteriores y de manera igualmente
eficaz, aunque hubo un papa que quiso prescindir de ellos y convertirse en el
primer pontífice en ir al servicio él solito. Se trataba de Anastasio II y
quiso prescindir de ellos porque por un lado los veía innecesarios y por otro
le ponían nervioso al vaciar las tripas.
lunes, 8 de abril de 2019
LA SUERTE DE VENUS - Steven Saylor
“Y cuando
buscaba la suerte de Venus en las tabas, siempre me salían los Perros funestos”.
(Propercio, Elegías IV, VIII, 45-46)
Egipto siempre
estuvo en la agenda de Roma. Cada vez que ampliaba su imperio por el Mediterráneo,
a cada paso que daba, nunca se olvidaba de la tierra de los faraones. Los hijos
de la loba esperaron pacientemente la oportunidad de meter mano a las grandes
plantaciones del Nilo y obtuvieron su premio aprovechando las profundas
disputas que existían en el linaje de
los Lagidas. Tras la muerte del rey Soter de Egipto, el trono fue ocupado por
Alejandro II (Ptolomeo XI) el cual, supuestamente, legó derechos de tutelaje a
Roma. Pasado el tiempo, y tras un reinado típico en esos pagos (es decir
convulso y sangriento) Ptolomeo XII, alias Auletes
(debido a que en sus juergas gustaba de tocar la flauta) se convirtió en el
nuevo monarca. Desde entonces el senado romano no cejó de airear el testamento
de Alejandro II en el que legaba Egipto a Roma. En el 59 a. C, Julio César, cónsul
en esos momentos, anunció que aceptaba al rey Ptolomeo Auletes como “Amigo y
Aliado del Pueblo Romano” dejando inmortalizado este hecho en una placa de mármol
en un templo del Capitolio… a cambio, claro está, de pagar un suculento
chantaje de treinta y cinco millones de denarios. Ptolomeo, para recuperar el
desembolso que había hecho exprimió a su pueblo hasta que éstos no pudieron
aguantar más provocando una gran revuelta que obligó por un lado a que éste tuviera
que huir mientras que a la vez Roma se apoderaba de Chipre. Los dientes de la
loba estaban cada vez más cerca de la desembocadura del Nilo. Egipto estaba en
un total descontrol y por ello, una delegación de eminentes alejandrinos,
encabezados por Dion de Alejandría, decidió acudir al senado de Roma para
denunciar el descontrol del país. Éste es el preámbulo con el que comienza la
cuarta aventura (según la serie original) de las aventuras de Gordiano el
Sabueso: La suerte de Venus, escrita
por el novelista Steven Saylor.
Gordiano ya ha
vivido anteriormente emocionantes aventuras y ha sido testigo presencial de grandes
hitos de la historia romana, desde la revuelta de esclavos de Espartaco hasta
la sublevación de Catilina en el consulado de Cicerón, pero en esta nueva
entrega nuestro detective se adentra en un mundo para el que no está preparado
desde el principio. Con la excusa de la llegada a Roma de su antiguo mentor, el
Sabueso, ya afincado en el
prestigioso barrio del Palatino, con más años y más hijos a cuestas, se da
cuenta que aquel lugar de lujo y opulencia en el que se ha afincado es verdaderamente una
trampa mortal en el que las personas con menos escrúpulos morales consiguen
sobrevivir. Un hecho trágico ocurrido con motivo de la llegada de la delegación
alejandrina le introduce en el universo de una nueva generación de decadentes
romanos presididos por los hermanos Clodio y Clodia, el enigmático Cátulo o los
desaprensivos Marco Celio o Milón, entre otros, en el que la miseria y el ocaso
reinan por doquier. Veneno, cuchillos y homicidios son el pan nuestro de cada
día en el Palatino y es en este lugar donde Gordiano ha de poner sus cincos
sentidos en alerta máxima si quiere sobrevivir.
En esta entrega
aparecen también dos elementos que van a descolocar un poco a nuestro
protagonista. Por un lado el poder femenino y la sororidad existente entre
todas las mujeres que desfilan por este caso (hay un momento en el que el mismo
Gordiano piensa, de forma irónica, que existen túneles secretos por debajo de
Roma por el que circulan e intrigan
todas las mujeres de la ciudad) mientras que por otro lado la religión romana y
las religiones traídas allende los mares, sobre todo la relacionada con la
adoración a la diosa Cibeles, aportan pistas y enigmas con las que ha de tratar
Gordiano a lo largo de la investigación si quiere tener éxito. La suerte de Venus es una novela
histórica de misterio que por su calidad y emoción mantiene enganchado al
lector a la espera de que a cada revuelta y sorpresa podamos hallar al homicida
en cuestión. Historia de Roma, por no decir de una República decadente, junto
con dosis de misterio, acción y una chispa de vida cotidiana hacen de esta
nueva entrega de las aventuras de Gordiano, el Sabueso, una de las mejores de
la saga sin duda alguna.
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