En nuestra Península, la sevillana Calle Sierpes es una de las más famosas entre todas las de nuestras ciudades. Es un lugar por donde han transcurridos muchos hechos y leyendas que han enriquecido mucho al folclore de la señora del Guadalquivir. Pero… ¿por qué esta emblemática calle lleva el nombre de una serpiente, y no de otro elemento histórico o animal más glorioso? Es difícil precisarlo pues se han apartado muchas teorías, como que por ejemplo allí había una botica y una barbería que tenían como símbolo este sibilino animal, o que igualmente moraba entre sus casas un ilustre caballero llamado Don Álvaro Gil de las Sierpes. Pero siempre me ha gustado inclinarme por la leyenda y el mito que ha insuflado a esta calle un halo de misterio difícil de superar.
La historia nos retrotrae hasta finales del siglo XV cuando empezó a producirse una serie de desgracias en la Calle Espaderos, antiguo nombre de la calle Sierpes. Un día desapareció un niño de su casa sin que los padres percibieran ningún robo en su interior. Pero ese enigma empezó a convertirse en miedo ya que cada día empezaban a desaparecer una tras otro los niños de la calle los cuales estaban encerrados a buen recaudo en sus hogares. ¿Cómo era posible que alguien se llevara a sus seres amados delante de sus narices y con la puerta cerrada? No tenía ninguna lógica.
Las familias estaban destrozadas y no sabían como atajar los continuos secuestros, hasta que llego a la calle un desconocido que anunció que él sabía como desaparecían los niños y por qué no volvían. Todo el mundo le pregunto como salvarlos pero no dijo nada si no le prometían un premio a cambio. El desconocido dijo llamarse Melchor de Quintana y Argüeso y había estado prisionero en la cercana Cárcel de Sevilla imputado por un delito de alta traición a la corona. Dijo que era un prófugo que se había fugado por unos túneles y allí vio y presenció algo que podía ayudar a los desgraciados ciudadanos a resolver el misterio. Les animó a seguirlo a las grutas subterráneas y allí descubrieron que entre las mohosas y frías paredes había en gran cantidad cientos de huesecitos de niños pequeños que habían sido devorados hasta dejar los huesos mondos y lirondos. Pero lo que más asustó a los sevillanos fue hallar al final del túnel la figura de una inmensa serpiente muerta con una espada clavada en el vientre y con un bracito de niño colgando de su boca. El fugitivo Melchor les dijo que en su huida de la cárcel se había perdido entre tantos caminos subterráneos y se había encontrado de bruces con aquel horrible monstruo. Para salvar su vida decidió matarlo y de esta manera supo que el terreno que pisaba esta infestado de restos de pequeños seres humanos.
De esta manera consiguió la libertad y los afligidos ciudadanos respiraron aliviados al no sentir el terror de que una gran serpiente se les colara en casa de vez en cuando y les arrebatara lo que más quería. Así que la próxima vez que paseen por esta céntrica calle sevillana párense en mitad de ella y observen que por donde han dirigido sus pasos una vez una serpiente arrastro su panza creando no solo grutas oscuras sino también el mito de este tramo de ciudad.