Su nombre completo era Abbas Ibn Firnás (810-887) y fue todo un adelantado a su tiempo, rivalizando con los grandes humanistas de los siglos posteriores. Aunque existen bastantes lagunas sabemos que era rondeño de nacimiento y que pronto asombró a todo el mundo con su sapiencia brillando en multitud de campos científicos y literarios. Destacan sus estudios en matemáticas, astrología y en el campo de la inventiva al crear un nuevo tipo de clepsidra. En las letras rivalizó con los poetas de su tiempo, le interesó la filosofía y deslumbró a todos con sus acertados apuntes en filología. Algunos estudiosos actuales le consideran el Da Vinci del mundo árabe. Pero en lo que destacó por encima de cualquier cosa es en el campo de la aeronáutica donde se adelantó a su homólogo florentino en varios cientos de años.
De pequeño le gustaba observar el vuelo de los pájaros, dibujar sus alas y registrar el patrón de conducta de estos animales. Aunque podría pasar por un aficionado a la ornitología, su pasión era otra: volar. En el 852 se sabe que el emir Mohamed I autorizó a una persona a saltar desde una torre de la mezquita con una tela a modo de paracaídas. El aeronauta no se mató en su caída pero sufrió varias heridas en las piernas. No sabemos si fue el propio Ibn Firnás quien realizó este vuelo a sus 42 años o un familiar suyo, algo mayor que él llamado Armen Firman. Unos dicen que nuestro protagonista solo fue un mero espectador del hecho, y otros estudiosos en cambio opinan que el nombre del supuesto familiar es una romanización de Ibn Firnás y que sí efectuó este vuelo acrobático desde las alturas de la mezquita.
Mientras esta duda se resuelve en el campo académico lo que sí esta comprobado es el primer vuelo que realizó a los 65 años de edad. Se denomina el Vuelo de la Arruzafa y lo efectuó en el valle cordobés del mismo nombre. Para ello construyó unas alas de madera que fueran a la vez ligeras y resistentes al viento. Las forró de seda y plumas pues pensaba que este material le haría ingrávido al igual que las aves. Aquel día (fecha desconocida) se reunió mucha gente en el valle y ante el asombro de todos Ibn Firnás se arrojó desde la torre de un palacio de verano de Abderrahman II. Mucha gente vio como se tiraba y automáticamente cerraron los ojos… pero al abrirlos no se había dejado los sesos en el verde valle sino que estaba planeando por encima de sus cabezas. El vuelo duró entre siete y diez minutos y en aquel escaso tiempo tuvo la valentía de entrar en la historia como el primer humano que conseguía volar mediante métodos científicos. Lo que no calculo nuestro buen aeronauta fue el aterrizaje y acabó dándose un golpazo en el culo que les estuvo doliendo varios días. El error fue no ponerle una cola al ingenio que le permitiera un aterrizaje más suave. No volvió a volar, pero no le importó porque ya había cumplido el sueño más profundo de la humanidad: remontarse por el prístino cielo junto a las aves.
En nuestro país, si exceptuamos los estudiosos del mundo árabe, es una figura bastante desconocida. Sus textos no son hallados ni en España ni en el extranjero. Lo más seguro es que Ibn Firnás los cediera a la Biblioteca de Córdoba y que los cordobeses, tiempo después, al ver el temible avance de las tropas de Fernando III el Santo decidieran enviar los escritos a Damasco perdiéndose allí el rastro. También cabe suponer que los papeles de Ibn Firnás fueran arrojados al fuego por la Santa Inquisición ya que cualquier papel escrito en musulmán era una amenaza para el Santo Tribunal. Sea lo que fuera que le pasara al trabajo de Abbas, aquí es bastante desconocido (se sabe que existe una asociación astronómica en Sevilla con el nombre del volador rondeño, y que uno de los puentes de Córdoba lleva recientemente su nombre en homenaje) mientras que en el extranjero es un honor conocerle. Por ejemplo en Libia existe un sello con su efigie; hay un cráter en la luna con su nombre; e incluso en el Irak de Sadam Husein se construyó un aeropuerto poniéndole el nombre de Ibn Firnás decorándolo con una estatua de un hombre volador. Desgraciadamente ésta fue destruida por las tropas americanas creyendo que era el dictador iraquí.
De todas maneras parece que poco a poco la figura de Abbas Ibn Firnás empieza a ser estudiada y valorada como el primer hombre que voló por encima de nuestras. Como nota anecdótica les indicare que en el siglo X existió en el norte de Europa un monje llamado Eilmer de Malmesbury que también voló con un aparato diseñado y mejorado pero que a diferencia de nuestro protagonista al caer se partió las dos piernas. Ante esta última información nos queda una duda… ¿Eilmer no conseguiría por algún medio los planos y trabajos de Ibn Firnás?