En nuestro folclore español existen personajes difíciles de encasillar en una época en concreto debido a que él mismo puede aparecer en diferentes sitios en el tiempo o en variados hechos históricos. Uno de ellos es Martín Alhaja (también Halaja, Alhajar, e incluso Martín Malo) que hace su primera aparición estelar como pastor en la toma de Cuenca en 1177 por Alfonso VIII, y a continuación reaparece como el misterioso conductor de ganado que les enseña el camino adecuado a los desesperados reyes cristianos en la Batalla de las Navas de Tolosa (1212). En los dos casos es un pastor y tiene la clave precisa para derrotar al ejército musulmán.
Siguiendo rigurosamente la cronología nuestro buen pastor comenzó su gesta en Cuenca. Vivía apaciblemente en la ciudad y sacaba a pastorear a sus ovejas junto con otros dos amigos de profesión, pero a diferencia de ellos él tenía un secreto: era cristiano mientras que los otros dos eran musulmanes confesos y si se enteraban del secreto de Martín lo apedrearían hasta la muerte. Por ello no les decía nada, y una tarde en que volvía solo a Cuenca vio a lo lejos una extraña luz. Extrañado se acercó a una loma y vio a una dama con un candil haciéndole signos para que se acercara. En cuanto nuestro pastor estuvo frente a ella le reveló que era la Virgen María y le indicó que pronto ayudaría a las tropas cristianas a tomar la ciudad y que en aquella lucha él tendría un papel esencial. Aquello lo dejó turbado y preocupado, pero por precaución decidió no decir nada a sus compañeros.
Tiempo después apareció a lo lejos el ejército del gran Rey Alfonso VIII con la intención de rendir la ciudad. Pero aquello no pudo ser pues cualquier intento era inútil perdiéndose un montón de vidas y recursos esenciales para la Reconquista de la Península. El Rey estaba desesperado y optó por cerrar el asedio a cal y canto alrededor de la ciudad. Nadie ni nada podía salir o entrar. Ello produjo que el comercio se paralizase y que el pastoreo se interrumpiese en parte, pues los pastores llevaban a escondidas a las ovejas por la noche. Un día cuando volvían del pastoreo unos soldados cristianos los sorprendieron y los dos musulmanes pusieron sus pies en fuga. Solo y arrinconado contra unas piedras Martín se hincó de rodillas con los brazos en cruz y les indicó que era un devoto cristiano y que les podía ayudar a entrar en Cuenca. Informó de que todas las noches un centinela ciego palpaba a las ovejas que entraban para asegurarse de que volvían todas (¿no les recuerda esto al mito de Polifemo?) Los soldados de Alfonso VIII captaron el mensaje y decidieron unos pocos cubrirse con las pieles para entrar en la ciudad y abrir las puertas a las huestes cristianas.
Los soldados se cubren y comienzan a balar y andar a cuatro patas en dirección a la puerta del Aljaraz (actual puerta de San Juan) donde esta el Polifemo ciego. Entran sin dificultad y reducen con presteza a los vigilantes de las puertas y las almenas. Rápidamente Alfonso VIII frente a sus tropas entra en la ciudad y se produce una enconada lucha hasta altas horas de la madrugada. A las cinco de la mañana el Arráez se rinde y al rey le son entregadas las llaves. Cuenca es cristiana de nuevo.
Pero parece que nuestro Martín Alhaja no se esta quieto y vuelve hacer una aparición estelar en otro de los acontecimientos espectaculares de la Reconquista Española, La Batalla de las Navas de Tolosa. Los reyes Alfonso VIII de Castilla, Sancho VII de Navarra y Pedro II de Aragón estaban en un aprieto bastante grande. El ejército almohade de Muhammad al-Nasir les esperaba en los Llanos de Tolosa y había colocado estratégicamente a sus tropas para que el ejercito cristiano estuviera rodeado de montañas y rocas y de esta manera se encontraran entre la espada y la pared (en sentido totalmente literal) sin apenas ocasión de retirada o movimiento. La gran coalición se encontraba muy apurada pues no había ocasión de volver atrás ya que las tropas serian mermadas y dejarían el paso limpio a los musulmanes para llegar a las puertas de Toledo. Solo un milagro los podía salvar… y el milagro llegó, pero no en forma de ángeles brillantes ni espadas flamígeras sino de oportuno pastor. Frente a los tres reyes se arrodilla un hombre que se llama Martín Alhaja (¿se habría cansado de pastorear en Cuenca y había decidido buscar nuevos pastos en aquellos inhiestos parajes?) y les dice que existe un paso desconocido a los musulmanes y que les podía llevar a un terreno más grande y apacible para acabar con las tropa de Miramamolín. Para probar que en verdad es un pastor les enseña en el camino una cabeza esquelética de vaca, quedando complacidos de esta manera los cristianos. Incluso hay estudiosos hoy en día que dicen que este Martín es el ancestro de otro gran viajero y descubridor: Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Pero dejemos estos asuntos futuros y volvamos a nuestros apurados soldados. Sin que lo supiera el enemigo caminaron hacia el Oeste hasta llegar al paso conocido como Puerto del Rey y por allí descendieron las huestes de los tres reyes para colocarse enfrente de los atónitos almohades que no entendían como habían podido llegar hasta allí. El resultado de la batalla es conocido por todos, solo decir que aunque en un principio la coalición cristiana pasara apuros derrotaron finalmente a los musulmanes de al-Nasir permitiendo posteriormente a los cristianos paso franco hacia el Sur y a rey Sancho de Navarra las cadenas que inmortalizan el escudo de su tierra.
La tendencia en la Reconquista había cambiado y los vientos ya no soplaban del sur sino del norte. Los cristianos habían empezado a dominar, y todo ello gracias a un simple pastor que apareció dos veces en dos momentos justos. Aunque se dijera que el anónimo pastorcillo de las Navas podía haber sido uno local o incluso el mismísimo San Isidro Labrador, hay que reconocer que en verdad fue un milagro llamado Martín… Martín Alhaja.