Después del Puente de la Inmaculada en Diciembre, parece que el panorama en España empieza a cambiar. Un ambiente diferente comienza a calar en el espíritu de las personas. Ya se ve en el horizonte la Navidad, la época en que somos bombardeados con buenas intenciones, villancicos, comilonas familiares y sensaciones de amor. El tiro de salida lo da como todos los años la tradicional lotería, seguida de la Nochebuena, Navidad, y el misterioso Año Nuevo donde un rey envejecido con corona es sustituido por un bebé precioso que nos trae la incógnita de nuevas esperanzas. Pero aunque la fiesta parece que se acaba entre descorches de champán y atragantamientos de uvas, a los pocos días unos reyes venidos de Oriente nos traen multitud de regalos que nos hacen soñar con una etapa mejor. Ésta es la traca final de un autentico maratón que dura casi un mes y el que más y el que menos lo ha disfrutado con religiosidad y glotonería. Pero, si nos centramos un momento y analizamos nuestros propios mitos ¿de dónde vienen estas celebraciones? Pocos sabrían responderme seguramente. Así que para que antes de que se acabe el año seamos todos un poco más sabios, escuchen las bellas historias que les voy a contar.
Comencemos por la primera en el tiempo festivo: La Lotería de Navidad. A los españoles siempre les ha encantado jugar a cualquier cosa y si en ese juego se apuesta hasta las pestañas mucho mejor. Así que a finales del siglo XVIII en la misma época que se daba en nuestro país el Despotismo Ilustrado, los gobernantes idearon una manera de encauzar esa fiebre del juego y a la vez hacer entrar en las arcas una buena cantidad de dinero. El ministro Esquilache, que en esos momentos estaba a las órdenes del rey Carlos III encargó a José Antonio Goizueta, responsable de la Hacienda napolitana, que hablara con José Peya para que ideara una lotería en España a imagen y semejanza de la Lotto que se jugaba en Nápoles. De esta manera el mejor alcalde de Madrid introdujo no solo la costumbre de instaurar el belén en nuestros hogares sino también una nueva forma de entretenimiento y sueños de riqueza.
El primer sorteo se jugó en Madrid en la Plazuela de San Ildefonso un 10 de Diciembre de 1763. Al estrado se acercó un joven muchachito de tan solo 7 años, estudiante del cercano Colegio de San Ildefonso, que con una manita pequeña, “una mano inocente”, sacó de una urna una solo bolita entre las 90 que llenaban la urna y con voz alta y clara dijo a los cuatro vientos el número premiado. Tiempo después ya se celebró el primero Sorteo de Navidad propiamente dicho el 23 de Diciembre de 1799 convirtiéndose en costumbre anual.
Pero llegó la invasión napoleónica y la Lotería de Navidad tuvo que huir también a tierras gaditanas. Cádiz, ciudad milenaria, vio nacer en 1812 la Lotería Moderna, así llamada para diferenciarla de la anterior con base napolitana. Se ideó sobre todo para sufragar los gastos de guerra y aliviar a la Hacienda española que estaba totalmente agostada. El 4 de Marzo se retomó de nuevo el sorteo en la Plaza de San Antonio y posteriormente se volvió a la Lotería de Navidad celebrándose el 18 de Diciembre de ese mismo. El número afortunado fue el 03604 y se llevó la cantidad de 8000 pesos fuertes (unos 240 euros). Un buen pellizco por haber comprado un numero por solo 40 reales (6 céntimos de euro) Como curiosidad les diré que fue a partir de esta época que se acuñó el termino de El Gordo para hablar no solo de la lotería sino también del primer premio. Es la imagen del “fanático de la lotería” o “el enano afortunado” que llevaba impreso en su barriga rechoncha los números de la Lotería de Navidad.
Si seguimos con los mitos navideños, el más cercano a la Lotería es la cena de Nochebuena. El dulce rey en esas fiestas es por antonomasia el turrón. ¿De dónde viene tan rico dulce? Se tiene noticia de que ya en los siglos XVI y XVII se tenía constancia de su existencia. Por ejemplo en un bando de la ciudad de Elche de 1564 podemos leer de la siguiente manera:
Se dispone que los turroneros no vendan en turrón blanco a mayor precio de 26 dineros la libra y 22 los de almendra.
E igualmente en la novela picaresca El Guzmán de Alfarache (1599) oímos al propio protagonista decir que el alfajor, el alajú y el turrón provienen del Levante, dándoles de esta manera un origen común.
Pero aunque en la actualidad existan cientos de variedades de este dulce, en un principio solo existió el que actualmente llamamos “duro”, el blanco, hecho de almendras y miel. El por qué se hizo así tiene su por qué y nos lo explican dos leyendas que hablan del origen del turrón actual. La primera nos dice que en 1703 la peste asolaba la ciudad de Barcelona y los alimentos estaban a punto de desaparecer. Por ello la ciudad decidió hacer un concurso para encontrar un alimento que se pudiera conservar y a la vez nutrir a la población moribunda. Un pastelero, Pablo Turrons lo ganó al presentar a concurso un dulce con forma de granito hecho de avellanas, miel y piñones. En cambio otra leyenda nos sitúa un poco más adelante en el tiempo y nos dice que en la Barcelona asediada por las tropa de Felipe V, el mismo pastelero hizo un turrón pero añadiéndole almendras en vez de piñones.
Ese dulce triunfó con el tiempo y ya en época de Fernando VII se le conocía como “dulce de Navidad”. El aumento de variedades de turrón se produjo a mediados de siglo XIX también en la ciudad de Barcelona en donde se dió a conocer los de crema y yema en una pastelería de la Calle Librería. Un gran invento que con el paso de los años no solo alegró a los comensales de los festejos navideños sino también a los dentistas que vieron aumentar el número de parroquianos en sus consultas médicas.
Y terminamos con una nota chispeante, el origen de las 12 uvas y el simbolismo que acompaña a esas pequeñas bolas de felicidad. Como todo el mundo sabe se comen a toda prisa con el sonido de las 12 campanadas de medianoche. Todos a la vez se lanzan a la frenética carrera de engullir las uvas, algunos confundiendo los cuartos con las campanas propiamente dichas, para que se cumplan todos sus deseos, sean estos de felicidad, prosperidad, fortuna… Veamos cual es su origen y por qué tienen que ser uvas precisamente.
Unos dicen que son 12 por los días que separan el día de Navidad de la Epifania del niño Jesús (6 de Enero). Pero, desgraciadamente, el principio de esta tradición es mucho más comercial que folclórica. Parece ser que a principios de siglo XX, en 1909, se produjo una exorbitante cosecha de uvas. Los cosecheros veían con temor esta abundancia por dos motivos, ya que si por un lado el producto se podía podrir también podía perder su valor en el mercado debido a las exageradas montañas de uvas que se habían acumulado en los almacenes. ¿Qué hacer con todo ello? Pues un viticultor alicantino tuvo la idea saliendo en ella la esencia de la picaresca española. Hizo difundir la creencia de que quien consiguiera tomarse las 12 uvas coincidiendo con las 12 campanadas podía conseguir todos sus sueños. Las llamó “uvas de la suerte” y así quedó para toda la eternidad.
Es curiosa esta tradición que solo se da en nuestro país y en aquellos que han tenido alguna influencia hispana. Como curiosidad les diré que en otros países también se dan costumbres parecidas, pues en Francia lo celebran tomando un buen vaso de champán, en Italia un sabroso plato de lentejas, y en Portugal también uvas… pero pasas, que se tragan antes.