Corría el año 1475 cuando en la España de los Reyes Católicos ocurrió un hecho excepcional pues debido a la fidelidad y a los servicios prestados se le otorgaba al portero de sus majestades, Juan de Valladolid, el cargo de Mayoral y Juez de Negros en la Ciudad de Sevilla. Lo excepcional del caso es la idoneidad con que Isabel y Fernando supieron elegir a la persona para el cargo, pues no solo era eficiente en el trabajo sino que el color de su piel era el preciso para tal cargo.
Las funciones y poderes que tenía Juan de Valladolid era la de resolver los problemas internos dentro de la comunidad negra y mulata de la ciudad. Intervenía en los debates y polémicas entre esclavos y hombres libres, e incluso tenía la potestad de dirimir las luchas y malos entendidos que surgieran entre amos y siervos. Como se puede observar, el trabajo que ostentaba el conde no era baladí ni fácil, pues el número de negros en Sevilla era muy elevado. Se estima, según un censo eclesiástico (1565), que había en aquel Patio de Monipodio un 7% de siervos negros, unos 6.327 más o menos. El mayor número de gente de color de todas las ciudades europeas. Este hecho no pasó desapercibido a los contemporáneos que no dejaron pasar la oportunidad de decirnos que Sevilla era como un ajedrez en donde se juntaban tanto las piezas blancas como las negras. Y no hay que olvidarse de otro comentario muy curioso, efectuado por Diego Ortiz de Zúñiga que reza de la siguiente manera:
Eran en Sevilla tratados los negros con gran benignidad desde los tiempos de don Henrique Tercero, permitiéndoles juntarse a sus bailes y fiestas en los días feriados, con que acudían gustosos al trabajo y toleraban mejor el cautiverio.
Este número tan grande de negros desembocó en la creación de Hermandades donde se podían reunir para resolver sus problemas y hablar de sus temas. Destaca la de los Negros de Triana, la de Los Mulatos de San Ildefonso, y sobre todo la de Nuestra Señora de los Ángeles (1554) que actualmente se llama la de Los Negritos y es la segunda más antigua de Sevilla.
Poco más sabemos de este “Conde Negro” pero su memoria ha quedado perpetuada en la ciudad del Guadalquivir con una calle, recordándonos que allí hubo un hombre que gracias a su valía supo reinar entre sus iguales como un auténtico Salomón.