Se llamaba Magdalena Ventura, y era originaria de la bella zona de los Abruzos, en Italia. Su vida podía ser normal, pero tenía un problema difícil de esconder: su cuerpo estaba lleno de pelo y sus facciones eran muy parecidas a las de un hombre. La empezaron a llamar la Mujer Barbuda, y desgraciadamente se quedó con aquel apelativo.
No estaba embrujada, ni sometida a ninguna maldición. Sencilla y claramente sufría de un problema hormonal llamado hirsutismo. Se trata de un crecimiento excesivo de vello en las mujeres apareciendo mucho pelo en zonas como las patillas, barbilla, cuello, areolas mamarias, tórax, en la zona superior e inferior del ombligo, así como en muslos y espalda. Normalmente se le ha asociado con la erupción de acne, la temible alopecia masculina o irregularidades menstruales. Se produce por exceso de andrógenos (hormonas sexuales masculinas). Cuando la concentración de andrógenos es muy elevada en la sangre femenina aparecen signos de hirsutismo. A pesar de todas estas características nunca debe confundirse con la hipertricosis o excesivo crecimiento de pelo por todo el cuerpo, ni tampoco con el psudohermafroditismo femenino.
Pero en aquella época, en pleno siglo XVII, estos síntomas no eran normales para la gente convirtiendo el caso de esta buena mujer en un fenómeno de masas. A los oídos del mismísimo virrey de Nápoles, Don Fernando Afán de Ribera, llegó la historia de Magdalena y con insistencia pidió conocerla. Tan impresionado quedó que pidió al pintor José de Ribera (1591-1652) que le hiciera un retrato particular de aquella mujer barbada. Se dice que solamente tardó cinco días en hacerla, pero lo que en verdad cuenta es que quedo terminada en 1631 y que fascinó a todo el mundo considerándose en algunos círculos como el mejor cuadro que efectuó aquel pintor de Játiva, que siempre ostento con orgullo el apelativo de El Españoleto.
Magdalena Ventura quedó retratada para toda la eternidad, y desde aquel claroscuro, muy del gusto de Caravaggio, sus ojos de tristeza nos miran y cautivan por partes iguales. La podemos ver en primer plano amamantando a un bebe (tuvo hasta siete) mientras detrás de ella se coloca su marido. Es una imagen real, no manipulada, de una persona que realmente existió no como monstruo de feria, ni como coco de los niños, sino como un ser que deseaba vivir en libertad y sin miedo alguno. Se dice que se dejó crecer la barba desde los 37 años hasta los 52 en que esta fechado el cuadro, y por este detalle podemos ver ciertas curiosidades. Observamos que la virilización en ella es muy fuerte, puesto que debajo del bonete hay un principio acentuado de calvicie y, además, lo más seguro es que se haya afeitado las aureolas mamarias para que el bebe (el cual retira la faz del pecho) pueda beber la leche. Los rasgos que en verdad la hacen mujer en el cuadro, a pesar de la virilización son, además de los pechos y el traje femenino que lleva debajo de la extensa barba, la presencia del marido, haciéndonos ver que es mujer casada y que ha podido dar hijos a pesar de la mitología popular que la consideraba estéril.
Existen otras muestras de mujeres barbudas, como por ejemplo el famoso cuadro de Juan Sánchez Cotán titulado La Barbuda de Peñaranda, de finales del siglo XVI y que plasma la curiosa figura de Brígida del Río. Aquí destaca la amplitud de la barba y el rostro que es totalmente de hombre. Sabemos que es una mujer, de nuevo, al igual que Magdalena Ventura, por el vestido, y los senos algo apuntados. Su rostro viril, refleja un semblante bonachón y franco de una mujer que rebosa seguridad en sí misma.