Luchó valientemente y con gran coraje, como los leones cuando están heridos
(Langalibabele, guerrero zulú)
Grandes personajes hay en la Historia Universal. Buenos y malos, perversos y nobles, excelsos y mediocres. Los hay que han entrado fuerte, con paso firme, en el devenir de los siglos como si estuvieran destinados a marcar una época, mientras que otros han destacado por algún hecho en concreto que los ha catapultado a los libros de Historia. En cambio aparecen otros que su signo es dejar una impronta poderosa no por sus grandes actos sino en la manera en que han sabido dejar este mundo y enterrado toda una dinastía gloriosa que anteriormente les había precedido. Pasan de ser seres anónimos como somos todos nosotros a convertirse en seres crepusculares que nos fascinan para siempre. Son muchos los de esta clase pero si tuviéramos que destacar a uno entre todos aparecería el nombre del que principio hablarles en esta reseña: Napoleón Luis Eugenio Bonaparte (París 1856 - Sudáfrica 1879). Ultimo bastión de la gran saga de Napoleones que asombraron al mundo desde que un jovencito de Ajaccio deslumbró al mundo con su increíble genialidad.
La vida de este Bonaparte es toda una aventura. Siempre tuvo sobre sus espaldas el peso del Gran Corso y movido y motivado por sus grandes heroicidades decidió que su vida no podía ser menos increíble. Era hijo de Napoleón III y la famosa reina de origen español Eugenia de Montijo. Las ansias imperiales de uno, y la excelsa figura de ella, cristalizaron en un joven hambriento por comerse el mundo. Aunque en un principio, en su juventud allá en el París de los años previos de la Guerra Franco-Prusiana parecía un poco insulso su mente comenzaba a madurar ideas nobles que le conducirían a entrar en los atrios de la Historia por méritos propios. Estaba destinado con el tiempo a convertirse en Napoleón IV y seguir magnificando a su gran familia, pero el destino inexorable, la Tercer a República Francesa trunco esta posibilidad enviando a la familia imperial al exilio recalando finalmente en Inglaterra. Su vida parecía estancada, pero la tranquilidad no es algo que corra por las venas de los Napoleón, así que decidió alistarse en el ejercito inglés y correr la aventura de ir a la guerra que en esos momentos enfrentaba a los ejércitos imperiales de su Graciosa Majestad con la temible nación zulú del que curiosamente la historia ha llamado el Napoleón de África: Shaka Zulú. Todo eran hazañas, y recias acciones guerreras, pero de nuevo el destino llamó a la puerta del corazón de Luis Eugenio, pero no para hacerle ir al exilio de nuevo sino para presentarle a la Dama de la Guadaña. Ocurrió en una inexplicable emboscada en un caluroso 1 de Junio de 1879. Mientras se retiraba de tal descalabro militar se cayó del caballo y fue abatido a lanzazos por sus perseguidores, unos dieciocho. No tuvo oportunidad de defenderse. Masacrado en el suelo sus enemigos honraron su valentía abriendo en canal su pecho para que su espíritu remontase los cielos. Días después su cuerpo regreso a Europa, marcando trágicamente el final de la dinastía bonapartista pues no había contraído matrimonio ni tenía hijos ilegítimos a los que dejar la corona imperial. Toda su vida fue una carrera para alcanzar la gloria pero esta parecía que siempre quería escaparse de sus manos, aunque al final, en su postrera muerte ésta fue a reencontrarse con su alma.
Como podrán observar nos encontramos ante una biografía de lo más apasionante, la cual no deja indiferente a nadie. Carlos Roca ha escrito un libro fascinante que aunque es un ensayo se devora como una auténtica novela de aventuras. Nos había acostumbrado a excelentes libros sobre el África Austral (La autentica historia de las Minas del Rey Salomón) y las Guerras Zulú (Zulú, la batalla de Isandlwana; Rork´es Drif, la inmortal batalla anglo-zulú; o Isandlwana, amarga victoria zulú) pero nuevamente nos a asombrado con una biografía inteligente y muy completa. Las peripecias de este Napoleón crepuscular abarcan desde el comienzo mismo de la Revolución Francesa, la genialidad de su antepasado por los campos de batalla de toda Europa, las turbulencias políticas y sociales hasta llegar al reinado de su padre Napoleón III, el triste destierro primero en Bélgica y después en Inglaterra para acabar en las gestas que conllevó la increíble campaña que enfrentó a ingleses contra zulús en la calurosa sabana. Pasamos de un escenario a otro como quien lee un trepidante best seller. No da tregua al lector metiéndonos con un lenguaje cercano a cada acto de la vida de nuestro protagonista. Es una historia a la vez mítica y trágica que nos enseña no solo una parte de la historia de Francia y su familia imperial sino también como estaba la situación del mundo europeo y el gran reino de los bravos zulúes. Para que esta historia sea atractiva no solo se centra en el aspecto más conocido para nosotros, es decir la historia europea, sino que nos fascina con las costumbres africanas, como era el mundo zulú, su forma de vida y subsistencia e igualmente nos explica como fue el gran antagonista de nuestro héroe, Shaka.
Este libro El último Napoleón, de Carlos Roca, editado por Nowtilus nos hace congraciarnos de nuevo con los grandes relatos de aventuras que han plagado la imaginación de nuestros antepasados y que desgraciadamente, en el mundo de la literatura actual, esta de capa caída. Volvemos a sentir de manera rápida y directa el pulso narrativo de escritores como Haggard con su eterno Allan Quatermain, o Mason con sus caballerosas cuatro plumas luchando contra el Madhi. Todo un lujo haber leído esta apasionante biografía pues he tenido la suerte de compartir junto a Napoleón Luis Eugenio Bonaparte toda una serie de hazañas en un mundo en el que los héroes todavía existían y sabían luchar por su inmortalidad entre las afiladas y aceradas lanzas de aguerridos africanos.
Cuando llegue el momento del final de mi vida, volveré los ojos hacia el pasado sin miedo. […] No desarmes a mis enemigos, pero ayúdame a enfrentarme a ellos con dignidad y honor (Napoleón Luis Eugenio Bonaparte)