A lo largo de la historia, ha sido normal en los conflictos bélicos que las mujeres acompañen a las tropas a la batalla arriesgando su integridad física o por ganar unas monedas y alejarse de las penurias que hubiera en sus hogares y tierras. De igual manera en la Guerra de Independencia española también hubo mujeres en ambos bandos que ayudaron a españoles, ingleses o franceses en su destino y largo caminar. Se las conocía como cantineras o vivanderas y esencialmente eran esposas o amantes de soldados que compartían su misma suerte en batalla. Incluso podrían no ser ni una cosa ni otra sino simplemente prostitutas que acudían a la retaguardia del ejército para sacarse algún dinero junto a los suministros.
Era común verlas por el campamento preparando la comida, lavando, zurciendo o ejerciendo la prostitución a escondidas o explotadas por viles proxenetas. Algunas de ellas, seguramente bajo el consentimiento de sus maridos, para sacarse algún dinero también hacían sus oficios (comida o mantenimiento de ropa) a otros soldados que o no hallaban tiempo para ello o no tenían esposa que se lo hiciese.
A lo mejor se podría pensar que la presencia de mujeres en los campamentos militares podría ser un estorbo o distracción para los aguerridos soldados. Nada más lejos de la realidad pues si ya en momentos de descanso bélico eran esenciales entre la tropa al transportar agua de los ríos, recoger víveres para los suministros y arreglar armas, más lo eran en la batalla pues su presencia se hacia vital al transportar heridos desde la primera línea de frente, llevar la pólvora hasta los mismos soldados que la demandaran, acercar agua hasta los sedientos, o incluso luchar de manera valiente.
Aun así, muchas veces también compartían el mismo destino trágico que sus maridos o amantes, pues podían morir en la batalla o ser capturadas por el enemigo el cual tomaba rápidamente represalias contra ellas pudiendo ser pasadas a cuchillo, violadas o subastadas entre las tropas vencedoras pasando a ser cantineras del ejercito enemigo. Muchas de éstas, tras la victoria de Bailén, acompañaron a los soldados franceses a la isla-prisión de la Cabrera sufriendo continuas vejaciones hasta que llegaron a su destino. No se sabe si alguna sobrevivió al cautiverio.