Cuenta Suetonio
que cuando Augusto estuvo en Hispania durante las Guerras Cántabras (29-19
a.C) hubo un acontecimiento que casi le
cuesta la vida pues una vez que iba en litera por el norte de la Península un rayo le cayo al
lado matando al momento a todos sus porteadores. Es por ello que Augusto al
volver a Roma, una de las primeras cosas que hizo, fue erigir una estatua de
Júpiter Tonante dando las gracias por haberle salvado la vida.
También se dice
que en el año 25 a.C el emperador sufrió una grave dolencia hepática. Su propio
médico Antonio Musa le recomendó probar una cura a base de aguas frías que había
en una fuente milagrosa. La inmersión en dichas aguas fue todo un éxito, curándose
al poco tiempo de su enfermedad. Durante mucho tiempo la localización de esa
fuente ha sido un misterio pero los actuales trabajos arqueológicos han
arrojado luz sobre el caso pues se cree este complejo sanitario estaba en
Turiaso (Tarazona, Zaragoza). Allí se ha encontrado un santuario a Minerva
Médica.