¿Sabías que la
piratería en el mundo cultural ya existía en la antigüedad? Grecia, por ejemplo,
fue la fundadora de este tipo de fraudes ya que en el teatro griego nacieron
los memoriones o personas que con solo escuchar una o varias veces la
misma obra se podían aprender cientos de
versos para después transcribirlo o narrarlo en las plazas de los pueblos
quitando, de este modo, un buen número de espectadores a los verdaderos padres
de la obra.
Otro tipo de
memoriones los encontramos en el nacimiento del Islam aunque gracias a ellos
podemos decir que se pudo conservar el Corán. En un principio este libro
sagrado era transmitido oralmente por Mahoma a sus seguidores, pero sabiendo
que se podía perder a su muerte designó a una serie de memoriones como escribas
oficiales para que memorizaran todas las suras que contenía el libro. Los
memoriones más famosos fueron Muad ibn Chabal, Ubayy ibn Kab y Zayd ib Tabit,
los cuales no tenían problema alguno en plasmar los mandamientos del Corán en
hojas de palmera, piedras e incluso entre los omoplatos rasurados de los
camellos. En el 633 se produjo la batalla de Aqraba donde murieron la casi
totalidad de estos memoriones por los que el primer califa Abu Bakr mandó hacer
una comisión de los memoriones supervivientes para plasmar en una sola obra
todas las suras del Corán y que no se perdieran con el tiempo. El encargado de
reunirlas fue el memorión Zayd ibn Tabit.
Pero la historia
de estos memoriones no queda ahí pues la utilización de éstos para copiar obras
de manera fraudulenta llega incluso a nuestra literaria. En 1635 se estrenó en
Madrid la inmortal obra de Calderón de la Barca La vida es sueño. Y aunque parezca increíble meses después
aparecieron en los mentideros de la capital innumerables versiones manuscritas
de la obra. Evidentemente entre el público que asistió al estreno había también
memoriones que en este caso eran meros licenciados que se ganaban la vida, al
igual que los griegos, yendo a las obras teatrales para posteriormente vender
las copias piratas en la calle incluso antes de que llegaran al impresor. Este
tipo de piratería también afectaba a otros dramaturgos, no solo a Calderón,
sino también a Moliere en Francia o a Lope de Vega, quien incluso opinaba que
si le copiaban que por lo menos lo hicieran bien pues era muy común que las
copias piratas fueran de ínfima calidad. Por ejemplo La vida es sueño tiene unos tres mil versos, más o menos, y se han
encontrado falsificaciones, siendo la mejor de 1500 versos y la peor de
solamente 100. Llegó a tal extremo la peste de los memoriones que algunos
actores y escritores paraban en medio de la representación si reconocían entre
el público a notorios memoriones y se negaban a continuar la obra si no se les
hacía abandonar el teatro.