Uno de los
aspectos de la vida que más apreciaban los egipcios era la danza. Existía una
gran variedad de bailes tanto en las fiestas religiosas como en los meros
divertimentos del día a día. Éstos podían ser interpretados por egipcios libres
y por esclavos o mercenarios traídos desde Oriente, la India o desde las mismísimas
profundidades del África negra. De allí, precisamente, era de donde los
aventureros y comerciantes egipcios traían esclavos, como por ejemplo los pigmeos
que eran muy apreciados dentro de la corte faraónica. Allí, eran utilizados
como sirvientes o meros bufones cómico-grotescos. Al faraón de turno le
encantaba hacerlos danzar pues se había demostrado que eran excelentes
bailarines ya que con sus volteretas y movimientos rápidos hacían disfrutar a
todos los presentes. Incluso en la actualidad los arqueólogos han encontrado un
pequeño juguete articulado en una cámara mortuoria cerca del Cairo,
perteneciente a la Dinastía XII, que consta de tres pigmeos bailarines y uno
que los acompaña tocando las palmas.