Toda revolución ha de tener un símbolo, una figura humana que
encarne o justifique su lucha en pos de la libertad. La Revolución Francesa
tuvo a Marianne, la mujer que empuña la bandera gala en el cuadro de Delacroix,
y los americanos que morían durante la Primera Guerra Mundial tenían a la dulce
Columbia como inspiración antes de la batalla. Pues bien hay que decir que en
la Revolución que se produjo en Cataluña nada más estallar el golpe de estado
de 1936 también hubo otro símbolo inolvidable. No era una mujer idealizada ni
un guerrero invencible, sino al contrario, era una imagen diminutiva, conocida por
todos como el mes petit de tots. Se trata de la mascota de la revolución
y fue hecha por Miquel Paredes en 1937. Su descubrimiento hay que atribuírselo a
Jaime Miravitlles que en esos momentos era jefe del Comisariado de Propaganda
de la Generalitat de Catalunya. En cuanto vio la estatuilla de Paredes no dudó
en convertirla en símbolo de la lucha antifascista.
En breve tiempo esta imagen se hizo famosísima, reproduciéndose
más de 60.000 veces en multitud de formatos. Se trata de un niño pequeño con un
mono de obrero (vestimenta típica de los milicianos) que enarbola una bandera
con la mano derecha, sea la de la senyera o algún partido político, y a la vez
lleva cerrado el puñito izquierdo mostrando su fuerte decisión de luchar en pos
de la libertad. Para su creación Miquel Paredes se inspiró en la canción
popular catalana Els tres tambors, y gracias a la canción cantada por
Emilio Vendrell y a los dibujos de Lola Anglada muy pronto la figura de el
mes petit de tots se convirtió en el símbolo de la revolución catalana.