Un día el gran
dramaturgo y novelista español Enrique Jardiel Poncela (1901 – 1952) acudió con
un amigo suyo al estreno teatral de un autor novel, pero al salir de ella ambos
se enzarzaron en una acalorada discusión sobre la calidad de la obra vista.
Mientras que a Jardiel le había encantado, a su amigo, en cambio, le había
disgustado sobremanera. No paraba de criticar al autor de la función diciendo
que “¡Ni siquiera era capaz de escribir en castellano!”. Pero Jardiel, sin
perder la serenidad, y con gran ironía, le contestó lo siguiente: “¡Qué tendrá
que ver! ¡Tampoco Moliere escribía en castellano y nadie le tiene por un mal
dramaturgo!”.