En esencia,
porque así lo quiso Luis XIV, más conocido en la Historia como El Rey Sol. Este monarca, cansado de que
las calles de París, al igual que la mayoría de las capitales europeas,
estuvieran siempre oscuras fundó en 1622 un servicio de alumbrado público que
permitiera a los parisinos andar por sus calles con total tranquilidad. Así
pues creó el Centro de Portadores de Teas
y Faroles quienes se situaban en los puntos neurálgicos de la ciudad con el
único fin de acompañar a los viandantes hasta su casa. Por tres soles te
alumbraban durante quince minutos, mientras que por cinco podías alquilarlo
para que se subieran a tu carroza. Este invento tuvo tanto éxito que pronto se
quedó corto por lo que el rey encargó a Nicolás de La Reynie, primer alcalde de
París, que instalara en las calles una iluminación fija. En poco tiempo se
pusieron en las fachadas 2736 faroles de vidrio, a razón de dos o tres por
calle o avenida, aunque con la única pega de que eran los propios vecinos
quienes debían encenderlos por la noche, además de apagarlos por la mañana, e
incluso limpiarlos cuando los cristales se llenaban de hollín. Aun así, a pesar
de este sistema tan rudimentario, el comercio aumentó un 100% pues la gente ya
podía andar con total tranquilidad después de que el sol se ocultara, con lo
que se incrementaban las ventas de las tiendas, que ya no tenían que cerrar tan
pronto, a la vez que llegaban un gran número de turistas que deseaban ver de
primera mano como en París había tanta luz
durante la noche como a mediodía.