La Edad Media.
Un largo tiempo de la Historia que en Europa nace con la caída del Imperio Romano
de Occidente y que durará hasta la caída de Granada y el descubrimiento de
América en 1492 o con la caída de otra de las grandes ciudades de la
civilización, Bizancio en 1453. La polémica con la fecha final de esos casi mil
años de oscuridad es continua, pero en lo que la gran mayoría de los
historiadores están de acuerdo es que con el comienzo de ella se produjo en el
continente una calma chicha pareciendo
que todo se había congelado. Mientras que el comercio, las ciudades y grandes
burgos se paralizaban, lo único que continuaba su movimiento inexorable eran
los Cuatro Jinetes que una vez vio San Juan en su Apocalipsis. La guerra
campaba a sus anchas, cientos de personas morían bajo el filo de la espada de
nuevos reyes e invasores, las enfermedades asolaban sitios donde eran meras
pesadillas pretéritas y el hambre desgarraba los estómagos que buscaban inútilmente
comida en graneros desabastecidos. Todo ese comienzo y gran parte de la Alta
Edad Media fue un caos y solamente una pequeña vela de esperanza titilaba en
los fríos scriptorium de los
monasterios. Y si fue un tiempo difícil en tierra, igualmente lo fue en el mar.
Mucho se ha estudiado de la Edad Media dentro del continente europeo y muchas
veces parece que no existiera el mar. Así pues el libro que les traigo en estos
momentos nos descubre una nueva Edad media desde un nuevo punto de vista: la Media Aetas desde el punto de vista
naval. Con todos ustedes el reciente trabajo de Víctor San Juan, Breve Historia de las Batallas navales de la
Edad Media.
Pero aunque el
comienzo de la Edad Media fue un caos y un congelamiento en las relaciones
urbanas, el estado de la marina y de los movimientos en el Mare Nostrum y en el Atlántico en esos momentos fue el mismo y no
porque fuera culpa de la nueva era que se abría sino porque era heredera de una
quietud inusitada que se había venido produciendo desde el nacimiento del
Imperio romano en el siglo I d. C. En tiempos de los emperadores las aguas del Mediterráneo
se habían tranquilizado desde el punto de vista militar y comercial hasta
llegar a niveles de estancamiento. Pero con la caída del Imperio Occidental en
el 476 d. C aquellas aguas inmovilizadas comenzaron a tomar vida. Los grandes
movimientos de los pueblos llamados barbaros, como por ejemplo los hunos, los
godos o vándalos…, aunque en un
principio no participasen en el campo marítimo al desconocer en muchos casos
los rudimentos marítimos, pronto se hicieron eco de ellos para moverse y poder
alcanzar nuevos territorios. Y pasado el tiempo, en cambio, fueron otros
pueblos como los vikingos (sobre todo) o los árabes los que supieron sacar todo
el jugo a las rutas marítimas para conquistar y comerciar. Destaca por encima
de ellos los ya nombrados vikingos y normandos quienes tenían una cultura marítima
muy por encima de los demás. Gracias a sus drakkars
asolaban cualquier costa del mundo conocido, incluso la neblinosa Albión, y no
solo hacían prevalecer sus rapiñas a la luz de saqueos sangrientos sino que
también tenían una visión comercial excelente llegando a los confines del mundo
conocido en Europa retomando ríos hasta llegar hasta las mismísimas puertas de
Bagdad.
La Edad Media
fue un tiempo largo y en aquellos siglos las técnicas marítimas evolucionaron
de manera exponencial. Lo que en un principio fueron movimientos puntuales
pronto hicieron que ciudades de Europa como Venecia o Génova se convirtieran en
emporios del comercio y de la guerra. El nacimiento de las Cruzadas (siglo XI –
siglo XIII) y la famosa Guerra de los
Cien Años (1337 – 1453) hicieron que en lo tocante al tema militar hubiera un
resurgimiento de la marina de combate. Víctor San Juan nos muestra como era el
movimiento de tropas tanto en el Atlántico como en el Mediterráneo, cómo eran
aquellos barcos de guerra, cómo estaban compuestos y como muchas veces hasta
participaban en asedios ya fuera en las frías aguas atlánticas o en las
caldeadas aguas de un Mediterráneo donde se dirimían contiendas
religiosas. Con su peculiar estilo de
escritura con la que normalmente atrapa al lector desde el primer momento, nos
muestra, a la vez de cómo evolucionó el tema marítimo en la Edad Media, un
total de 27 batallas navales desde la Batalla del cabo Bon (468) hasta la
fastuosa toma de Constantinopla (1453), que marcaron el devenir de aquel tiempo
en el que la espada y la oscuridad pugnaban por conquistar aquel mundo feudal.