Ahora que
estamos en la era digital aprovechémonos de ella y cojamos a lazo un satélite.
Cualquiera de los que están el éter nos vale y enfoquemos, como si fuera la
varita mágica del Google Earth hacia
el Mediterráneo. Rápidamente tendremos delante de nosotros la puerta trasera de
Europa, el Mare Nostrum de los romanos, y en vez de enfocar con el objetivo
hacia la izquierda vayamos en cambio hacia la derecha hasta el final de esta
piscina. Observaremos que las tibias aguas de este mar chocan contra una
península llamada Anatolia (del griego anatolé
que significa oriente) y que allí, en la actualidad, se encuentra uno de los países
más importantes del mundo: Turquía. Otrora gran imperio hoy es uno de esos
lugares que de continuo sale en las noticias, ya sea por sus continuas
reclamaciones de entrar en la Comunidad Europea, o por ser puerta de una gran mayoría
de refugiados que intentan entrar en el continente debido a la terrible guerra
que dejan atrás en Siria, o últimamente por su fallido golpe de estado. Este
país laico y de gobierno republicano es sin lugar a dudas muy distinto a los países
islámicos con los que convive y parece querer conservar su rica herencia poniendo
un ojo en el Este y otro en el Oeste. Y es que su legado es una de esas
historias que vale la pena conocer ya que fue uno de los mayores imperios de la
Historia desde la Edad Media hasta comienzos del siglo XX llegando sus dominios
desde Centroeuropa hasta una parte de Asia. Temido y admirado a la vez, las
potencias enemigas unas veces luchaban contra ella a muerte y otras veces no
dudaban en pactar con la media luna. Es uno de los imperios que han dejado
impronta en la Historia Universal y por ello les invito a conocer su increíble
gesta a través del trabajo de Eladio Romero e Iván Romero: Breve Historia del Imperio Otomano (Nowtilus, 2017)
Pero… ¿cuál es su
origen? Durante la Edad Media gran parte de la península de Anatolia estaba
gobernada por un imperio conocido como el selyucida quienes habían tomado bajo
su egida a una serie de pueblos turcos, con un idioma en común, que les servían como soldados a sueldo. Pero
los continuos ataques de los mongoles habían propiciado que estos turcos
comenzaran a tener mayor influencia hasta conseguir acabar con el poder establecido.
De esa manera pasaron de ser vasallos a señores siendo Osman I el verdadero
fundador del nuevo imperio, el otomano (o Utman I Gazi). Desde ese momento
sultanes como Orkhan, Murad I y Bayaceto
(más conocido como El Rayo, o el Sultán Caballero) ganaron, ampliaron y
consolidaron el nuevo imperio a base de ganar terreno a su enemigo mortal,
Bizancio, o de tomar grandes zonas de Bulgaria y Serbia. Poco a poco los otomanos comenzaban a hincar
sus dientes en Europa y sus victorias en los Balcanes y el primer sitio de
Constantinopla hicieron que toda la cristiandad empezara a preocuparse por
quién doblan las campanas. Es el nuevo terror en los sueños de los cristianos
más fervorosos.
Los siglos que van del XV al XVIII fueron
verdaderamente los siglos del esplendor Otomano. Bajo la egida de Murad II y
Muhammed II, alias el Conquistador, el imperio se coronó como rey del Mediterráneo.
Un ejemplo: en el mandato del segundo se llegó a culminar el sitio de
Constantinopla (1453) lo que supuso todo un revés para el cristianismo. Algunos
creían que ese iba a ser el techo que alcanzaría este imperio, pero se
equivocaron, pues los turcos todavía estaban hambrientos de conquistas. Con
sultanes como Selim I o Solimán I el Magnifico el Mediterráneo se convirtió en
territorio donde gran mayoría de los reinos de la cristiandad debían pagar tributo
a la media luna. El imperio se había organizado de manera excelente con un
poderoso ejército, fuerte y disciplinado en el que destacaban sobre todo la
fuerza de los jenízaros, o soldados de origen europeo y cristiano que habían
sido secuestrados y adiestrados en las armas a la vez que reeducados en el
Islam. A eso hay que añadir la gran política aperturista y tolerante en materia
religiosa y cultural que había establecido Solimán I. Bajo el mandato de estos
sultanes el alfanje turco llegó hasta Hungría,
Valaquia, Moldavia, Transilvania e incluso había destronado a los mamelucos de
Egipto.
Pero a la muerte de Solimán el imperio comenzó
a mostrar sus primeros síntomas de decadencia. Los ulemas u hombres de religión
y los jenízaros poco a poco se hicieron más fuertes que los propios sultanes y convirtieron
a estos en auténticas marionetas en sus manos. La corrupción, la incompetencia
y las intrigas palaciegas minaban desde dentro los fuertes pilares que los antiguos
sultanes habían construidos. Y a esto se le añade que además que las victorias comenzaban
a ser menos que las derrotas, como por ejemplo la de Lepanto en tiempos de
Selim II (1571) que supone un punto de inflexión, en este caso negativo, en el
devenir del sueño otomano. Aun así a pesar de ello las victorias de Murad IV
contra los persas (1638) o el nuevo sitio de Viena en 1683 hace que el imperio
recupere un poco de su antigua gloria (aunque con la firma del tratado
de Karlowicz pierden los terrenos de Hungría).
El
siglo XIX y XX es sin lugar a dudas el ocaso y muerte del Imperio Otomano.
Durante esos siglos los turcos pierden continuamente territorios confirmando al
mundo que es un animal herido de muerte. Vive a expensas del devenir de la política
internacional llegando incluso a pedir ayuda a las potencias europeas en la
Guerra de Crimea (1853 – 1856) por miedo a las ansias expansionistas de Rusia.
Es como dijo Nicolás I “el enfermo de Europa”. Un lastre que nadie quiere.
Durante la Primera Guerra Mundial se alía junto a Alemania y Austria y la
derrota de éstos será la puntilla de su propia historia. Es uno de aquellos
gigantes que cayeron en los campos de plomo y fuego. La carta de defunción del
Imperio fue el Tratado de Sévres de 1920 pudiéndose poner la fecha de 1923 como
el entierro de uno de los mayores imperios que ha conocido la historia. Turquía
se convierte en su heredera.
Como
se puede ver en este pequeño resumen, la historia del Imperio Otomano es de lo
más interesante. Esplendor y decadencia, guerras y hazañas sin fin, es lo que
nos depara el libro que en estos momentos tengo entre manos y que vale la pena
leer. Así pues les animo abrir este volumen y a dejarse maravillar por la odisea
de los Señores del Horizonte. Buena lectura.