La katana,
espada japonesa por excelencia, es uno de los iconos más reconocibles de ese país.
La vemos en fotos, cuadros antiguos, animes y mangas, y no falta película de samuráis
en las que un temible guerrero no luzca una destreza increíble con esta arma. Aun
así llama mucho la atención que la katana no fuera en un principio el arma
principal de la panoplia de un samurái como comúnmente se ha creído. Esta arma,
proveniente de China, fue conocida en Japón entre el siglo X y el siglo XII como zhanmadao
o destripadora de caballos ya que era una espada idónea para rajar el vientre
de este animal en plena batalla. En la Edad Media las armas preferidas de los
guerreros nipones eran el arco y la lanza y aunque ya en el
periodo Sengoku (siglos XV y XVI) algunos ya empezaban a portar katanas éstas no eran más que un
complemento secundario. Fue en cambio en el periodo Edo (o periodo Tokugawa, siglo XVII),
en pleno proceso de pacificación del país tras las guerras civiles, cuando los samuráis
comenzaron a darle mayor importancia a la katana y a utilizarla junto con el wakizashi (sable de menor tamaño). Desde
ese momento la katana se convirtió en un símbolo de los samuráis, un ornamento
que daba mayor status a su portador, aunque ya no hubiera guerras intestinas en
las que luchar. Los samuráis las llevaban a todos los lados, portaban esos
espadones para reafirmar su autoridad y gustaban de fotografiarse con ellas incluso
cuando su tiempo de hegemonía hubiera pasado. Esto hizo que la katana se
hiciera internacionalmente famosa fundiendo su imagen y destino al de los
valientes samuráis.