El rey de
Castilla Enrique I tuvo una de las muertes más absurdas de la Historia de
España. Cuando murió su padre Alfonso VIII dio la casualidad de que el infante
solo tenía 10 años de edad por lo cual
el difunto monarca había dejado escrito en su testamento que hasta que
alcanzara la edad adulta fuera su madre, Leonor de Inglaterra, quien se ocupara
de la regencia. Pero Leonor no pudo soportar la pérdida de su esposo y a los
pocos días también le siguió con lo que la regencia pasó a manos de la hermana mayor
de Enrique, la reina Berenguela. Parece que la vida se fue calmando poco a poco
aunque tres años después de los hechos ocurridos sucedió algo que nadie podía prever.
Un buen día Enrique estaba jugando con otros niños en el palacio episcopal de
Palencia y alguno de ellos, o bien el mismo futuro monarca, quiso simular una
pequeña batalla tirándose piedras mutuamente. Pero con tan mala fortuna que una
de ellas impacto de lleno en la cabeza de Enrique matándolo en el acto. Esto
ocurrió el 6 de Junio de 1217. El reino
se había quedado de nuevo sin rey. Los nobles al principio quisieron ocultar esta
desgracia y se llevaron el cuerpo del difunto Enrique a la localidad de Tariego
de Cerrato pero pasado un tiempo su hermana trasladó sus restos al monasterio
de las Huelgas en Burgos, en donde reside hoy en día en un pequeño sepulcro
sustentado por cuatro leones.