La muerte no es más que el portal a una nueva vida (La Momia, 1932)
Entrar en un
museo arqueológico, en concreto en la sección egipcia, es penetrar en un mundo
donde la Muerte ha quedado en suspenso. Es un logro que pocas civilizaciones de
la Historia han conseguido: congelar el paso del Tiempo mediante una acción
humana. Normalmente estas salas están tenuemente iluminadas, para darles mayor
emotividad, y en ellas lo que más sorprende al visitante son unos cuerpos
alargados, más conocidos como momias.
Estas figuras resecas, fajadas en prietas vendas color ocre, parecen mantener
un pulso con el Más Allá, resistiéndose a abandonarnos contra toda lógica pues
con sus cientos de años ya deberían haberse diluido en polvo abocado al olvido.
Entonces… ¿cuál es el milagro que ha permitido que estos cuerpos no se hayan
convertido en mero tributo diario de la Dama de la Guadaña?
Para responder a
esta pregunta, hemos de buscar la respuesta en el mismo nombre por el que hoy
conocemos a estas reliquias. Empecemos diciendo que su título original era sah y que ya fue en época grecorromana
cuando se las comenzó a llamar de manera distinta. Fue el polígrafo romano
Plinio el Viejo quien primeramente dio a conocer a sus conciudadanos un
producto exótico, líquido, grumoso y negro, recogido en la zona de Persia, muy
parecido a nuestro betún, que los habitantes de la zona llamaban mumia. Tiempo después otros eruditos
como Dioscorides o el árabe Avicena fueron quienes alabaron las peculiaridades
de este producto como excelente para la salud y para atajar cualquier dolencia.
Pronto se hizo famoso en Europa y empezó a importarse desde Persia y Egipto un
número considerable de toneladas de mumia, pero cuando comenzó a escasear este
líquido los avispados comerciantes principiaron a vender aquellos cuerpos
amortajados (sah) pues sabían que estaban embadurnados de aquel betún. Fue en
aquel momento cuando se les bautizó como Momias.
Actualmente
existe un gran desconocimiento sobre el mundo de las momias entre el público
profano en relación con cualquier tema egipcio. Es por ello que hoy en día
aquellos recipientes de inmortalidad se hayan convertido en meros clichés de
una civilización, junto con las pirámides y la perilla de los faraones (y si no
vean el último video musical de Kate Perry “Black Horse”) o un divertimento de
comedias baratas en donde las vendas son utilizadas como papel de water. Así
pues, para evitar este desconocimiento les recomiendo la excelente obra del egiptólogo
José Miguel Parra Ortiz Momias, editada
por Crítica en 2010. Nada más abrir este ensayo nos encontramos con que estamos
en buenas manos, y que nuestro cicerone particular es todo un experto en todo
lo relacionado con el Antiguo Egipto. Nacido en Madrid en 1968, es doctor en
Historia Antigua por la Universidad Complutense, y especialista en el Reino
Antiguo, trabajando no solo de manera académica tras la mesa de un despacho,
sino también en la misma Tierra de Faraones excavando en distintas tumbas.
Entre sus obras destacan títulos como Los
constructores de la grandes pirámides (1998), Cuentos egipcios (1998), Las
pirámides. Historia, mito y realidad (2001); La vida amorosa en el antiguo Egipto (2001); Gentes del Nilo (2003); o por ejemplo Historia de Egipto. Sociedad, economía y política (2009).
En este ensayo
nos explica cuál fue el origen de este ritual mortuorio basado en la triada
vida/muerte/resurrección, y por qué los egipcios eligieron esta forma de
enterramiento sobre otros existentes. Fue el calor y la sequedad del terreno lo
que en verdad inclinó a estos Hijos del Nilo a sepultar a sus muertos de esta
manera para que el ba (alma) y el ka (energía) del difunto llegaran en
perfecta unión ante el trono de Osiris. José Miguel Parra Ortiz también nos
habla sobre el proceso de momificación, la extracción de órganos para
depositarlos en bellos vasos canopos, y como se desarrollaba todo el proceso en
La Casa de la Muerte. Fajar el cadáver con prietas vendas y sellar los amuletos
de vida con natrón no era solamente un ritual de ricos, sino que también los
pobres se beneficiaban de ello. La cultura de la muerte impregnaba todos los
estamentos. Este libro, Momias, nos
enseña que este proceso es esencial para desentrañar y conocer en profundidad
todo el mundo egipcio y su esencia más escondida. A través de un tono erudito,
a la par que divulgativo, Parra Ortiz nos descubre las curiosidades que existen
alrededor de las momias y recorre todo el Valle del Nilo para hablarnos sobre
los enterramientos que se hacían en las pirámides, qué tipo de sepulturas
había, si eran ricas o pobres, cómo la arqueología moderna aplicada a la
investigación sobre las momias nos revela el tipo de enfermedades que existían
y el modo de vida que había tenido el finado, o el apasionante mundo de los
saqueadores de tumbas y como se jugaban el tipo por arrancar unos amuletos y
joyas para dar de comer a sus familias.
Abrir las
paginas de este libro, debido a lo ameno de su lectura, es como tener una
conversación con un amigo, pues a cada momento te sorprende con información
precisa y peculiar sobre el mundo de las momias, quitándole falsas leyendas al
tema y aportando reveladoras historias sobre como estos millones de cuerpos vivieron y sobrevivieron a la caída de
Egipto, cuáles fueron sus peripecias en la Edad Media, y como han sido
descubiertas en la actualidad. Un paseo fascinante por la antesala del Más Allá
que, en verdad, van a disfrutar de principio a fin.