martes, 29 de octubre de 2024

ASESINATO IMPERIAL - Paul Doherty

 

Una serpiente acecha en la hierba.  (Virgilio, Églogas, III.64)

Al norte de Roma se encuentra el llamado Puente Milvio, uno de los más antiguos de la Ciudad Eterna, y por el que han desfilado desde soldados romanos hasta garibaldianos, ha soportado batallas que han decidido la historia de la Humanidad, e incluso ha servido como soporte de cientos y cientos de candados con los que se demostraba amor eterno gracias a la moda que impuso la película y libro Tengo ganas de ti de Federico Moccia. Pero en este caso nos vamos a retrotraer al hecho bélico y político en sí, justamente al año 312 d.C  cuando se produjo la famosa Batalla del Puente Milvio en donde el ejercito de Constantino I derrotó de forma aplastante a la huestes de Majencio, el otro emperador reinante, con lo que consiguió coronarse como líder indiscutible de la parte occidental del Imperio Romano, y años más tarde lo haría de la oriental tras vencer al otro emperador Licinio y rendirlo allá en Nicomedia (324). Pero, sin adelantar el tiempo y volviendo al éxito del Puente Milvio, esta victoria no solo fue importante en la carrera de Constantino I sino que también lo fue para la religión que en esos momentos estaba en alza en el imperio: el cristianismo. Sobre esta victoria se instauró una leyenda según la cual Constantino, antes de la batalla vio una cruz en el cielo en la que ponía: In hoc signo vinces (Con este signo vencerás). Nada más aplastar a Majencio, recoger su cuerpo del Tíber y clavar su cabeza en una pica,  impuso este crismón como nuevo símbolo de las armas del ejército romano, conociéndose desde entonces como Victor, Victorioso o Escudo de la Victoria (de ahí también el origen del crismón salmantino).

Pues bien, tras instalarse en el Palatino, Constantino quiso hacer una política de tolerancia hacia sus antiguos enemigos y reinar sobre un clima de buen entendimiento. En un principio pareciera que las aguas se tranquilizaban pero en el fondo de éllas, se movían serpientes dispuestas a picar y arruinar las victorias de Constantino y al auge de la iglesia cristiana. Y sobre esos primeros momentos y las intrigas palaciegas que existían entonces es sobre lo que se centra esta novela histórica que les traigo: Asesinato imperial, de Paul Doherty (2010). Se trata de lo que llamaríamos un thriller histórico en el que una espía llamada Claudia, al servicio de la madre de Constantino, la augusta Elena, tiene que investigar el asesinato de varias cortesanas, más bien prostitutas de alta standing, que se están produciendo en diferentes puntos de Roma, incluso hasta dentro del mismo palacio imperial. Pero lo que podría ser una mera investigación criminal que podría ser desarrollada por el servicio policial, comienza a enrarecerse debido a cómo son encontradas muertas estas mariposas de la noche: asesinadas y después de ello mutiladas tallándolas cruces tanto en las mejillas como en la frente y siempre dejando un recado haciendo referencia al lema de In hoc signo vinces. Por tanto un claro ataque a la figura del emperador como a la iglesia cristiana.

Así pues la madre de Elena, que parece manejar los hilos y los secretos tras su adorado hijo, decide que este asunto se llevado por uno de sus mejores espías que tiene en nomina en palacio: Claudia. Ésta en concreto no es una sirvienta más, sino toda una agente in rebús, que ha seguido a la Domina y Constantino desde que este emprendió camino desde Mediolanum hasta su victoria en el Puente Milvio. Como he mencionado antes Claudia es lo que llamaríamos una agente in rebús o espía profesional, bien entrenada (un 007 de la época)  que se ocupa de los trapos sucios más importantes que existen en lo más oscuro de los resortes del poder. Tienen su origen en los antiguos frumentarii o vulpes y estaban un escalón por encima de los cientos de informadores anónimos con los que se nutrían las altas esferas. Claudia, por tanto, tendrá que moverse no solo entre las trampas de palacio, sino también investigar a una siniestra figura llamada El Sicario, un asesino muy especial, casi de leyenda,  que tiene atemorizada a toda Roma y que ha sido utilizado desde tiempos del otrora Majencio y que parece tener cuentas pendientes con la emperatriz y con el nuevo emperador. Hay mucho en juego en el tablero político y por eso Claudia (o como la llama Elena, mi ratoncita) tiene que averiguar contra reloj qué está ocurriendo pues hay peligro de que tras la muertes de estas prostitutas pueda caer el propio Constantino.

Esto en lo que se refiere la trama principal de la novela, pero también es interesante el entorno en que se mueve la ratoncita Claudia. En ella el autor, Paul Doherty, nos muestra como era la Roma Bajo Imperial, el ambiente de sus calles y de sus gentes, pero sobre todo las preocupaciones ante el alzamiento del cristianismo. Un punto a favor de esta novela histórica es que no es hagiográfica con respecto a la religión sino más bien realista. Dejen que me aclare: por ejemplo no se ve a un Constantino ni a su madre convertidos al cristianismo de buenas a primeras, al contrario, hace hincapié en que ambos compaginan dicha religión con los dioses antiguos, es decir que permite la tolerancia e igualdad entre credos, además de manejar al cristianismo para sus ambiciones políticas y expansionistas con vistas al futuro ataque a la parte oriental del Imperio. A veces da la impresión de que a Constantino, mientras sea emperador, le da igual el tema de la religión, y a su queridísima madre (la que en un futuro será Santa Helena, la descubridora del Lignum Crucis, por obra y gracia del cristianismo triunfante) lo utiliza como una herramienta más, para conseguir sus fines políticos y acabar con sus enemigos. Y a todo ello se añade las presiones por parte de la alta jerarquía cristiana del momento para conseguir más prebendas del augusto con respecto a la expansión de las iglesias por el mundo conocido. Así pues puede el lector darse cuenta de la preocupación que existe en palacio por las muertes de esas prostitutas y la responsabilidad que éstas puedan salpicar al emperador y a los cristianos en general.

La novela Asesinato imperial está bien narrada y con un estilo muy directo que mantiene enganchado todo el rato al lector. Este pulso continuo es una de las marcas características de este prolífico escritor que a lo mejor lo conocen por  la archi famosa saga del hermano Fray Athelstan ambientada en el siglo XIV. Especialista por tanto en intriga histórica también describe muy bien el ambiente de los primeros años de reinado de Constantino I y cómo era esa convivencia entre los primeros cristianos y la decadente religión pagana que parece que empieza a abandonar el escabel principal y dejar paso a un nuevo tiempo donde la cruz será el signo principal.

 

Paul Doherty, Asesinato Imperial, traducción de Juan Miguel Lobo. Bóveda, 2010, 343 páginas.

También podéis leer mi reseña en la página de Hislibris: https://www.hislibris.com/asesinato-imperial-paul-doherty/