Se dice que Tito
Manlio Torcuato, durante la guerra contra los latinos (340 a.C), y siendo éste cónsul
de las tropas romanas, mató a un galo gigante y que cuando éste cayó al suelo le
arrancó el torque que llevaba al
cuello. De ahí el cognomen de Torcuato. Tiempo después, en el mismo conflicto,
el general promulgó una ley en la que decía que estaba prohibido abandonar el
campamento para enfrentarse al enemigo por cuenta propia. Días después un
soldado latino que andaba cerca de la empalizada romana retó al hijo del cónsul
a luchar contra él, a plena luz del día y que si no acudía sería tachado de cobarde.
Evidentemente aceptó el combate, el cual se celebró a las afueras del
campamento, dando como resultado la victoria del hijo del cónsul. Todos los
soldados romanos le aclamaron como héroe, pero cuando se presentó ante su
padre, que en vez de darle la enhorabuena, y para sorpresa de todos, reunió inmediatamente
un consejo de guerra al cual ordenó darle muerte por haber desobedecido sus órdenes.