Se cuenta que el
artista Gentile Bellini estuvo trabajando en Constantinopla para el sultán
Mahomet II entre 1479 y 1481. Durante ese tiempo el señor de la Sublime Puerta
le encargaba continuamente que pintara lienzos eróticos con los que luego
solazarse a solas, pero un día Bellini, cansado de la misma temática comenzó a
pintar un cuadro religioso en el que aparecía la famosa escena de la
degollación de san Juan Bautista. El
sultán al ver el cuadro terminado, no se enfadó en absoluto, sino al revés ya
que incluso indicó al artista que la cara del Bautista no estaba bien lograda.
Que no era realista. Para mostrarle como era en realidad el rostro de una
persona a la que ejecutan mandó traer a su presencia un esclavo, al cual ejecutaron
delante del pintor cortándole la cabeza. Agradecido por ello volvió a retocar
el cuadro pintando de este modo la verdadera faz del terror.