sábado, 1 de marzo de 2014

ÉRASE UNA VEZ EN FRANCIA - Fabien Nury y Sylvain Vallée



Amigo, ¿no oyes los gritos sordos del país que ha sido encadenado? Amigo, ¿no oyes el vuelo negro de los cuervos sobre nuestros llanos? (El canto de los partisanos)

Aquel mes de Mayo de 1940 París no era una fiesta. No había pintores en Montmartre ni música alegre en el Folies Bergere. Solo un eco metálico proveniente de los Campos Elíseos que imponía un silencio sepulcral sobre la ciudad. Cientos de botas alemanas remachadas con clavos desfilaban delante del Arco del Triunfo y hacían caer lagrimas de desdicha a los parisinos que con odio en la mirada veían desfilar a sus eternos enemigos comprendiendo que a partir de ese momento ya no eran un pueblo libre y que todo su mundo iba a cambiar hacia peor, directos hacia la sombra de la esvástica. Las calles de París se iban a convertir por un lado en lugar de descanso y francachela entre aguerridos militares alemanes y espumosas copas de champagne acompañadas de alegres parisienne, y, en cambio, por otro lado la oscuridad de las esquinas, sótanos y oficios gubernamentales se iban a transformar en sucursales del soborno, trafico de arte, dinero sucio y comercio indigno de personas. El reino del crimen en una ciudad que se pudría y en la que vivía uno de los personajes más ambiguos y controvertidos de esta historia: Joseph Joanovic, Joano para los amigos. Un humilde chatarrero que tras su humilde trabajo escondía todo un imperio.


Actualmente, en el mercado editorial, se esta produciendo toda una cascada de libros, sean en formato novela como en ensayo, sobre personajes “ocultos” durante la Segunda Guerra Mundial. Hayan sido éstos militares que salvaron vidas en el frente, testimonios de supervivientes del Holocausto o ciudadanos de a pie que arriesgaron su vida frente al nazismo, es de agradecer que por fin las editoriales hayan puesto su diana literaria en este tipo de relatos ignorados, la mayoría de las veces,  por el gran público pues gracias a ellos podemos ir completando poco a poco aquel terrible puzzle de sangre y horror en que se convirtió el mundo durante seis años. Es por ello que estamos de enhorabuena al encontrarnos de nuevo con otro de aquellos personajes olvidados gracias al cómic que humildemente principio a reseñar: Érase una vez en Francia, escrito y dibujado por Fabien Nury y Sylvain Vallé. Nos encontramos ante una gran saga (Norma editorial la ha dividido en tres volúmenes) que narra la historia verídica de Joseph Joanovici y su increíble gesta en un mundo dominado por el crimen y el colaboracionismo. Un hombre con dos caras del que solo conociendo sus actos más íntimos, no los públicos o superficiales, hallaremos la verdad pues para unos fue un héroe que salvo la vida de 150 judíos de una muerte segura a manos de los nazis y que proveyó a la Resistencia con armas, mientras que otros lo tildan de traidor ya que gracias a sus negocios se enriqueció mientras su chatarra se convertía en balas alemanas. Pero, aun así… ¿quién se aprovecho de quién? ¿Fue un simple colaboracionista o aunque parezca más increíble fue todo un malabarista que tuvo que equilibrar su conciencia y sus escrúpulos más internos? La lectura de este fascinante cómic nos desvelará todo el misterio de Joano.



Joseph Joanovici (1905 – 1965) fue un obrero francés de origen rumano y judío de religión, que desde su más tierna infancia quedó huérfano ya que su padre fue acusado de colaborar contra los enemigos del Zar y por ello fue decapitado delante de él y de su madre. Pasado el tiempo, junto a su esposa Eva, emigró a Francia y se convirtió en un prospero chatarrero no tardando en llegar a ser una persona influyente en su nuevo país que no tenía problemas en comerciar durante el día y en tener en nomina a policías e inspectores por la noche. Gracias a su buen hacer aquel pobre huérfano iletrado creó todo un imperio. Pero llegó el periodo de ocupación alemana (20-05-1940) y el edificio de prosperidad que había construido Joano parecía abocado a la destrucción. Así que no dudo un momento en tomar medidas, pero no del estilo Schindler, por puro altruismo, sino que no tuvo escrúpulos en trabajar para los nuevos amos vendiéndoles chatarra para así seguir conservando su lema “Mi país es mi familia. Los demás pueden irse al carajo”. Esta nueva vida no era fácil ya que le hacía bailar continuamente en la cuerda floja pues debía cuidar a su propia familia y a sus allegados, fueron estos allegados o simples trabajadores suyos, además de que debía alagar a los alemanes escondiendo continuamente su condición de judío. Muchos abusos, sobre todo por parte del jefe de la GESTAPO en París Henri Chamberlain, alias Henry Lafont, además de visiones horribles de torturas, crímenes y violaciones tuvo que presenciar, tantas que con el paso del tiempo no tardaría en ayudar en la sombra a la misma Resistencia, con armas y pertrechos, y a los judíos que necesitaban algún salvoconducto para convertirse en arios y no acabar gaseados en los campos de concentración. Después de largos años de opresión Francia fue liberada pero para nuestro protagonista su guerra interna todavía no había acabado pues en 1949 fue acusado de colaboracionismo y encerrado cinco años en prisión. Desde entonces hasta el fin su vida fue un continuo sin vivir de encierros y tergiversaciones. En 1965 murió llevándose su secreto a la tumba ¿criminal o héroe? Solo la Historia le absolverá de sus hechos más íntimos.



Los autores Fabien Nury y Silvain Vallée nos descubren esta magnífica historia y nos invitan a sumergirnos en aquel París irreal y corrupto en donde el régimen de terror se compaginó perfectamente con aquel universo de ladrones y criminales que no dudaban en robar para los nazis y en muchos casos en tener amedrentados a la policía. Aquella ciudad se convirtió en poco tiempo en el campo fértil del soborno y la corrupción a todos los niveles imaginables. Este thriller, con grandes reminiscencias al Padrino, enseguida engancha al lector desde la primera página y no lo suelta hasta la última en la que comprende como fue el París Ocupado y se siente asqueado ante las grandes redes de ira y miedo que atenazaban a todos los parisinos. El dibujo es brillante y el ritmo agotador, pero no porque sea plomizo al leerlo sino por que el dialogo es tan electrizante que no sabes donde dejarlo teniendo la sensación de que aunque uno este escandalizado por el mundo en el que vivió Joanovici no quiere salir de él intentando tener la esperanza de que al fin la justicia se impondrá, aunque sepa que esto no es así pues en todo este trapicheo siempre se impone la sensación de que todo lo que aparece en cada viñeta esta justificado porque, en fin, solo son negocios.