Al derrotar a Napoleón en 1814,
las potencias vencedoras se reunieron en Viena en un congreso para reorganizar
el continente y formar un bloque unido para que no se repitieran los errores
del pasado y aniquilar de una vez por todas las posibles revoluciones liberales
que se dieran en un futuro e implantar en cada país una monarquía absoluta.
Muchos dirigentes, ya fueran reyes o políticos, se dieron cita en la capital
austriaca, y aunque les movían asuntos de alta importancia, hay que constatar
que también hubo tiempo para la diversión en forma de conciertos, banquetes y
bailes. Según cuentan los cronistas del momento en los salones de los distintos
palacios vieneses se practicaron un buen numero de bailes y aunque no
especificaron cuáles hay que señalar que ninguno de ellos fue el famoso vals
vieneses. Los escritores y cineastas nos han mostrado un ambiente muy
anacrónico ya que en aquellos años el vals estaba muy mal visto pues los
aristócratas creían que era una aberración que las parejas estuvieran enlazadas
y girando continuamente. Además es imposible que se bailaran pues los grandes
compositores de esta danza, Joseph Lanner o Strauss padre, todavía eran muy
jóvenes.
En cambio el baile que
seguramente practicaron los grandes dignatarios fueron el clásico minué en el
que se podía tocar tímidamente las puntas de los dedos o el Deutscher Tanz, que
también se atrevían a bailar algunos en ambientes menos sofisticados.