Casi a mitad del
siglo XVIII, en la región de Gevaudan (Francia) se produjo uno de los misterios
históricos más llamativos de la Edad Moderna: la aparición de una ser, que en escasos tres años (1764 –
1767) llegó a matar a más de cien personas en los oscuros bosques de aquel
lugar. Es por ello que la Historia lo conoce como La Bestia de Gevaudan. Su primera victima fue una joven campesina
de 14 años llamada Jeane Boullet, pero lo que podía ser un caso aislado se
convirtió posteriormente en un auténtico recital de muertes ya que en poco
tiempo se hallaron el cuerpo de dos niñas, dos niños y una mujer totalmente
descuartizados. Aquello no era casual y por esta razón empezaron a surgir las
primeras hipótesis sobre quién sería el culpable de aquellas atrocidades. Como
la mayoría de los asesinatos se habían producido en el interior de los bosques
se llegó a pensar que se trataría de un lobo sediento de sangre. Esta idea
cobró más fuerza cuando una niña aseguró haber visto a la bestia merodeando
cerca de su casa. La describió como un lobo gigante, de pelo rojizo, mandíbula
enorme y una enorme cresta de pelos que le corría a lo largo de la espalda.
Así pues, cuando
se corrió la noticia de que en Gevaudan había aparecido aquel fantástico ejemplar,
la zona se llenó de rastreadores y cazadores ansiosos por matar aquel “animal”
para, además de poder llevarse la piel como bonito trofeo a sus casas, conseguir
la sustanciosa recompensa que otorgaba el gobierno. Pero a pesar de que se cazaron
cientos de lobos inocentes, las muertes prosiguieron produciendo, por un lado,
que aumentaran los rumores de que aquella bestia era el diablo reencarnado o
una bruja sedienta de sangre, y por otro el enfado del propio rey Luis XV el
cual se tomó a pecho el asunto mandando a la zona un escuadrón de caballería y
a un famoso cazador especialista en matar cualquier tipo de animal (en este
punto no me resisto a recomendarles la excelente película francesa de 2001 El pacto de los lobos).
Nada se
consiguió. Y ante el fracaso de esta gran ofensiva armada, empezaron a surgir
nuevas hipótesis que achacaban las muertes continuadas a asesinos que se
aprovechaban del terror creado por el supuesto lobo; a los gitanos a los que se les acusaba de haber criado un
animal salvaje en un circo ambulante que había pasado por Gevaudan no hacía
mucho tiempo; e incluso a un noble que había venido de África y se había traido
consigo a una camada de leones y tigres, que al crecer se le habían escapado a
los bosques. Pero cuando parecía que nada se podía hacer, tres años después, en
1767 un campesino (otros dicen que un arcabucero real) logró acabar con la
bestia con una bala de plata que había confeccionado gracias a unas cuantas
medallas que tenían la efigie de la Virgen María. Rápidamente llevaron el
cadáver al Palacio de Versalles, pero no se pudo disecar ya que por el camino
se pudrió el cuerpo no pudiéndose hacer nada por el. Así pues, lo único que se
conservó fue el esqueleto que fue donado al Museo de Ciencias Naturales de París.
Y allí estuvo hasta 1830, cuando las algaradas revolucionarias de aquel año
arrasaron el Museo, perdiéndose para siempre todo rastro de La Bestia. Hoy
todavía se sigue estudiando este misterio, pues nadie sabe en verdad qué o quién
era aquel ser, ¿un lobo desesperado por comer en el frío invierno de Gevaudan?
¿Un exótico león africano desorientado en un entorno que no era el suyo? ¿O una
cuadrilla de asesinos con ganas de hundir sus cuchillos en carne humana? Quién
lo sabe.