El 30 de Octubre
de 1938, víspera de Halloween, se produjo uno de los mayores engaños
radiofónicos de la historia: la adaptación a este medio de la obra de H. G.
Wells La Guerra de los Mundos. El
actor Orson Welles, gracias a su brillante actuación, desencadenó una auténtica
ola de terror por todo Estados Unidos al describir una invasión alienígena como
si estuviera a pasando de verdad. La gente corrió asustada a sus casas o búnkeres;
las líneas telefónicas se colapsaron, al igual que los servicios de urgencias
como la policía o los bomberos; y hubo más de uno que incluso se armó hasta los
dientes por si algún marciano se acercaba a su granja. Aquello fue todo un
éxito sin precedentes.
Pero este pánico
no se produjo solo en Estados Unidos sino que años más tarde se repetiría en
otro lado no muy lejano: en Sudamérica. En 1944, un escritor americano, William
Steele, que residía en Chile, hizo lo mismo pero situando la acción en
Santiago. Fue tan realista que los chilenos organizaron barricadas en las
calles e incluso el ejército del país se movilizó para repeler la invasión
marciana. Aunque a diferencia de lo radiado en Estados Unidos esta vez si hubo
una victima: José Villarroel, ciudadano de la población de Valparaíso. Parece
ser que mientras escuchaba el falso noticiario sufrió un ataque al corazón
pensando que los extraterrestres estaban a punto de entrar en su casa.
A pesar de
haberse producido una muerte, hubo otra persona, Leonardo Paéz quien en 1949
quiso repetir la experiencia, pero esta vez en Ecuador. Este hombre quiso
prepararlo mejor y para darle mayor verosimilitud días antes había estado
publicando noticias relacionadas con avistamientos de ovnis en el periódico El Comercio. Cuando creyó que ya había
caldeado bien el ambiente comenzó a emitir desde Radio Quito una nueva invasión
procedente del espacio. La emisora gritaba que las naves espaciales habían
aterrizado cerca de la localidad de Cotocallao y que estaban haciendo estragos
allá por donde pasaban. La gente, al oír esta supuesta tragedia, se dio a la
fuga y acudió a encerrarse en sus casas o en las iglesias. Pero cuando al rato
se descubrió que todo había sido una mentira, cientos de personas acudieron a
la emisora y bloquearon las puertas,
para acto seguido prenderle fuego con todos los que estaban dentro. Algunos
consiguieron escapar, pero otros murieron presas de las llamas. Nada se pudo
hacer por salvarlos ya que la policía y el ejército habían ido a combatir a los
marcianos que supuestamente se encontraban en Cotocallao. Hubo varios arrestos
debido a la revuelta, entre ellos el propio Leonardo Páez, pero todos fueron
absueltos al igual que el emulador ecuatoriano de Orson Welles.