Y es que por
mucho que se repita una frase famosa no por ello deja de ser una mera falacia
inventada. Una de ellas, la conocerán enseguida, se trata de la tantas veces repetida:
“¡Elemental, querido Watson!”. Esta expresión, atribuida erróneamente al increíble
personaje creado por Arthur Conan Doyle (1859 – 1930), Sherlock Holmes, hay que
aclarar que nunca fue pronunciada en ninguno de los libros escritos por él. Se
trata de una deformación literaria que se remonta a un momento en que el
escritor inglés estaba hastiado de su personaje. Permitan que me explique: Hubo
un tiempo en que Conan Doyle se dio cuenta
de que su propia creación estaba a punto de sobrepasarle, y que además de estar
aburrido de recibir continuamente cartas de sus admiradores, deseaba con todo
corazón escribir otro tipo de historias y con ello abrirse a nuevos horizontes
literarios. Como no veía la forma de hacerlo un día se dirigió a la redacción
de la revista Strand Magazine para
hablar con su editor y de este modo acabar con la vida del genial detective.
Claro está el editor se negó a ello y Conan Doyle, jugándose el todo por el
todo, le propuso que ya que no podía hacerlo le duplicaran el precio de sus
escritos. Y para sorpresa de éste el editor ni se inmutó, indicándole además que
le pagaría lo que fuera con tal de que siguiera escribiendo las aventuras de
Sherlock Holmes. Es por ello que, frustrado, Doyle tuvo que seguir escribiendo
las mismas historias de detectives, aunque de manera más calmada. De este modo nacieron
una serie de pequeñas historias agrupadas en un solo volumen titulado Memorias de Sherlock Holmes.
Y es precisamente
en una de ellas titulada El hombre encorvado
(1893) donde aparece por primera vez un remedo de la frase más famosa de
Sherlock Holmes. Ya verán que no tiene nada que ver con la susodicha coletilla
que repite continuamente nuestro detective-consultor:
(Sherlock llega
a casa del doctor Watson con la intención de pedirle ayuda para resolver un
caso)
-Ya veo que en este momento le da bastante
trabajo su profesión.
-Sí, he tenido un día de mucha actividad –contesté-
Puede parecerle una locura – añadí – pero no sé realmente cómo ha podido
deducirlo.
Holmes se rió entre dientes.
-Tengo la ventaja de conocer sus costumbres,
mi querido Watson –dijo -. Cuando tiene que hacer pocas visitas, va usted a pie
y, cuando tiene muchas, utiliza un coche de punto. Al ver que sus botas, aunque
usadas, no están sucias en absoluto, no me cabe duda de que en este momento
está usted lo suficientemente ocupado para que el uso del coche de punto quede
justificado.
-¡Bien deducido! –exclamé
-Es elemental –me contesto…
Nada que ver con
la dichosa frase con la que muchas veces ridiculiza al pobre de Watson,
¿verdad?