¡He vuelto! (Douglas MacArthur)
El 7 de
Diciembre de 1941 es una fecha que los americanos no olvidarán jamás. Fue el
momento preciso en que la guerra llamó a las puertas de un país que en un principio
parecía haber escondido la cabeza en su cocha y olvidar que en el mundo se
estaba produciendo uno de los mayores conflictos de la Historia: La Segunda
Guerra Mundial. Con el sonido de los motores de los aviones nipones y con los
gritos de los marinos que se ahogaban en la bella base hawaiana de Pearl Harbor
fue como Estados Unidos entró en la guerra. Para los americanos el ataque japonés
a una de sus bases fue toda una traición a gran escala, y no es raro que
apodaran a ese día como “El día de la Infamia”. Obviamente, durante un tiempo, éstos
quedaron noqueados, en un impasse raro en el que el titán herido comenzó a
armarse mientras se lamia las heridas y prometía venganza por sus muertos. Pero
mientras tanto el tsunami nipón arrasaba todo el Pacífico de Norte a Sur. Como
piezas de dominó caen parte de China, Malaca, Singapur, Hong-Kong, Filipinas,
Tailandia e Indonesia. Y a ese paso el Imperio del Sol Naciente esta a las
puertas de la perla inglesa, la India, y de Australia. No solo los americanos
son los damnificados ante el avance japonés sino que otro imperio, el inglés,
se siente amenazado. Aun así, los americanos se revuelven y cuando ya se
sienten fuertes contraatacan con más fuerza y tras increíbles victorias como la
de Midway o Guadalcanal la tortilla se da
la vuelta y ahora son los nipones los que observan con estupor como el sueño de
un imperio milenario se convierte en pesadilla. Perdidos los archipiélagos de
Salomón, Marianas, Aleutianas y Marshall, solo quedan las Filipinas, aquellas
cientos de islas de las que fue desalojado Mac Arthur y a las que juró regresar
repitiendo continuamente aquello de “Volveré”, para frenar a los
estadounidenses y evitar que el camino a Tokio quede expedito ante ellos. Así pues
la ocupación de las Filipinas se convierte en un escenario vital de la Segunda
Guerra Mundial, y jugándosela el todo por el todo, los japoneses se enfrentaran
a los americanos en una de las más importantes del conflicto: La Batalla del
Golfo de Leyte (23 – 26 de Octubre, de 1944)
A esta batalla marítima
y anfibia también se la conoce como la 2ª Batalla del Mar de las Filipinas, y
en sí no es una batalla singular, de un día, de frente a frente todo el rato,
sino que está compuesta por cuatro batallas auxiliares que hacen un todo. La
Batalla de Sibuyán; del Estrecho de Surigao; del Cabo del Engaño; y finalmente
la Batalla de Samar. El autor del libro que nos narra esta épica lucha, José
Manuel Gutiérrez de la Cámara Señán, además de recoger al principio de su obra
el origen del conflicto y los pasos que desembocaron en la desesperada batalla
de Leyte, posteriormente nos diecciona como evolucionó ésta y cuáles fueron las
tristes consecuencias para el ejército japonés y cuáles fueron los frutos obtenidos
por la parte estadounidense. En Japón, tras las continuas derrotas y tras
observar como las tropas americanas saltaban de isla en isla de forma
victoriosa, había un clima de pesimismo atroz y sabían que si perdían más
terreno su patria estaría verdaderamente en peligro de existir. Es por ello que
se pidió no solo al ejército, sino también a la población que hicieran un
esfuerzo supremo para frenar a los yanquis
que estaban a punto de llamar a sus puertas y profanar la tierra sagrada de sus
ancestros. Sabían, y habían aprendido, que frente a la súper potencia armamentística
de sus enemigos no tenían nada que hacer y tras años de perder gran parte de su
flota era un suicidio ir de frente (el recuerdo de la cacería de patos de las
Marianas estaba muy presente). Así pues idearon un plan, el Plan SHO (Victoria
en japonés) con el que hacer caer en la trampa a los americanos. Dejaron que el
20 de Octubre desembarcaran las tropas rivales en Leyte y tras engañar al almirante
Halsey pusieron su empeño en destruir los barcos de transportes y bombardear a
las tropas desembarcadas. Ni en sus sueños más alocados creían que podrían
vencer, solo retrasar el avance enemigo, pero contra todo pronóstico aplastaron
a los americanos. Pero éstos se rehacen pronto de forma milagrosa e imponen la lógica
de la guerra. Fueron cuatro días de intensos combates y al final, el 26 de Octubre de 1944 el ejército
nipón es derrotado. MacArthur prometió volver, y efectivamente lo hizo.
Las
consecuencias de la batalla fueron muy importantes para ambos bandos. Los
japoneses perdieron en el fondo del mar 305.710 toneladas de naves, frente a
las 37.300 de los americanos. Es decir 45% frente a 3%, o lo que es lo mismo un
simple rasguño a un país que puede reponer día a día con facilidad las pérdidas
sufridas en el campo de batalla. Cosa que no tienen los japoneses los cuales
nunca pueden hacerlo y ante lo cual solo pueden elucubrar cuando pedirán la
rendición. La Batalla del Golfo de Leyte, considerada como el enfrentamiento
aeronaval más grande de la Historia Contemporánea, es uno de esos momentos que
vale la perna recordar y que gracias al libro de José Manuel Gutiérrez tienen ahora
oportunidad de hacerlo. Gracias a él podrán navegar en los barcos que
participaron en la batalla; desembarcar y sentir el fango junto a las tropas
americanas, ver increíbles lances aéreos y sentir por primera vez el viento
divino de los kamikazes en misión suicida, y, en fin, conocer de primera mano
como fue el último clavo que pusieron los estadounidenses en el ataúd japonés.
Desde aquel día el camino a Japón quedaba abierto. El Imperio del Sol Naciente
estaba a punto de convertirse en el del Sol Poniente.