Al comienzo de
la Guerra Civil Española, precisamente el 4 de agosto de 1936, un avión republicano pilotado por el alférez
Manuel Gayoso tomó rumbo hacia Zaragoza y cuando pasaba por encima de la
Basílica del Pilar arrojó un total de cuatro bombas con la idea de destrozar
uno de los símbolos católicos más importantes que existen en España. Dos de las
cuatro bombas dieron en el blanco, otra cayó
en la plaza mientras que la cuarta fue a parar a las aguas del Ebro. Pero lo
que más llama la atención es que a pesar de la buena puntería del aviador
ninguna de ellas estalló. ¿Pudo tratarse de un milagro? Pues no. Según parece
las bombas utilizadas por el alférez Gayoso estaban preparadas para estallar
cayendo desde algunos cientos de metros, pero en cambió él las arrojó solamente
desde 150 metros de altitud, y por eso no se activaron. La milenaria Basílica quedó
indemne del bombardeo, e incluso la que impacto contra la plaza solo dejó una
fractura en forma de cruz que al poco tiempo fue rellenada con mármol y una
fecha indicando el día que sucedió el hecho. El único desperfecto de relevancia
fue que una de las bombas que entraron en el templo lo hizo por el marco de una
de las pinturas al fresco titulada La
Adoración del Nombre de Dios realizado por Goya en 1772. En la actualidad pueden
verse las dos bombas expuestas en la base de dos pilares del templo.