Al faltar
escritos de primera mano de los llamados Siete Sabios de Grecia, alrededor de
ellos se ha originado un buen número de anécdotas que nos acercan de manera más
o menos fidedigna a sus vidas. Un ejemplo de ello lo tenemos acerca de lo avispado
que fue una vez Tales de Mileto (639 o
624 – 547 a. C). Aristóteles nos cuenta que éste estaba harto de que sus contemporáneos
se rieran de él diciéndole que era pobre, un inútil, un vago y que tenía la
cabeza llena de pajaritos (aunque algo de razón debían de tener porque una vez
se cayó a un pozo mientras observaba los astros). Sea como fuere, Tales, para
demostrar que se equivocaban quiso enriquecerse de la noche a la mañana y así
demostrarles lo inteligente que era. Y lo hizo de la siguiente manera: una vez,
por medio de la astrología, averiguó como iba a ser la recolección de aceitunas
ese año. Cuando lo supo recolectó una pequeña cantidad de dinero y se dirigió a
Mileto y Quíos a arrendar todas las
prensas de aceite que hubiera. Así que cuando llegó la recolección de la
aceituna (que casualmente fue muy abundante ese año) fueron muchos los que
quisieron usar dichas prensas para transformar sus aceitunas en aceite, con lo
que de la noche a la mañana Tales se convirtió en un hombre adinerado. Con esto
quiso demostrar que el hombre también puede enriquecerse con la filosofía no
solo en espíritu sino también materialmente.