Nos hemos
acostumbrado a ver solamente la figura del hombre como protagonista principal
de la conquista, y posterior colonización, de América. En los libros de
historia, novelas y películas, la gran mayoría de las veces oteamos en el
horizonte la espigada efigie del conquistador, espada en mano, coraza
herrumbrosa, botas hundidas en el fango de la selva, y ojos de codicia, a punto
de morir a manos de los indios o quizás entrando con asombro en el corazón de
alguna civilización con el fin de someterla. Esta es la semblanza que nos han
vendido, pero si escarbamos un poco más en ella podemos darnos cuenta de que
falta una pieza importante en este
puzle: el género femenino. Los libros nos presentan la conquista como algo
hecho solo por hombres, como si las mujeres no hubieran atravesado el Atlántico
y no se hubieran arriesgado de la misma forma que sus maridos o amantes. Es
decir, como si se hubieran volatilizado. Menos mal que en la actualidad se pueden ya encontrar
libros que complementan esa parte de la historia y ofrecen un punto de vista
distinto. Un ejemplo de ello lo tenemos en el libro que quisiera presentarles: Españolas del Nuevo Mundo, escrito por Eloísa
Gómez -Lucena, y editado por Cátedra (2013).
Aquellos siglos
de la conquista de América eran tiempos donde la misoginia era muy grande, y
donde las mujeres estaban supeditadas tanto a sus maridos, padres como
hermanos. Debido a ello, y como también eran tiempos de guerra, muchas de ellas
se quedaban viudas, cargadas la mayoría con hijos, teniendo algunas veces como
única salida ingresar en una orden religiosa. En verdad que era duro ser mujer entonces.
O bien el marido moría en las guerras de religión de Europa, o bien se iba
allende los mares para nunca más volver. Pero hubo una gran parte de ellas que
no quisieron conformarse con lo que el destino les ofrecía, y en el caso de la
colonización de América, muchas pidieron acompañar a sus maridos, a sabiendas
del gran peligro que corrían. Y en esto no había distinción de clases, pues
esta idea la tuvieron tanto desde la pobre modistilla como la noble nacida
entre algodones. Hubo de todo tipo: mujeres que acompañaban directamente a sus
maridos; mujeres que deseaban localizar a su hombre en aquel continente ignoto;
otras que escapaban de algún pasado oscuro; solteras que al no encontrar marido
en España lo querían buscar en América; mujeres emprendedoras, ya fuera en el
campo empresarial, como en el intelectual; e incluso aventureras y religiosas
que querían una mayor libertad que la
que les ofrecía este Viejo Mundo.
Hubo épocas en la
que los hombres estaban obligados a llevar a sus esposas, mientras que en otras
se ofrecía una prórroga de dos años para ir a buscar a los maridos que se
habían embarcado hacia tiempo. Aunque también
había mujeres que rehusaban ir a América por el denominado “miedo al
mar”. De todas maneras acudir al otro lado del Atlántico debía ser duro, desde
su planificación hasta su llegada y asentamiento en el nuevo continente. Para
empezar una mujer debía romper con su casa, su familia en España, y dejar atrás
todos sus lazos afectivos. Posteriormente, durante la travesía, las mujeres no
iban ociosas en la nao, o galeón en el que estuvieran pues debían hacer las
mismas funciones que un marinero, y con ello sobrellevar los mismos peligros pues
hubo muchas que tuvieron como triste destino la tumba del mar. Y Finalmente al
llegar a América, los maridos, como era usual, no estaban en la playa o puerto
esperándolas sino que debían ir a buscarlos sufriendo todo tipo de inclemencias
como largas marchas por las selvas o desiertos; calor extremo y dolorosa sed;
enfermedades tropicales; e incluso ataques de indios o renegados.
Eloísa
Gómez-Lucena, además de hablarnos de todas estas características nos ofrece las
semblanzas de 38 mujeres icónicas en la conquista y colonización de América,
como por ejemplo las valientes militares y conquistadoras Inés Suarez, María
Estrada o Catalina de Erauso; las adelantadas Mencia Calderón o Isabel
Barreto; intelectuales como Sor Juana Inés de la Cruz o Isabel Flores de Oliva;
gobernadoras, como las hermanas Francisca y Beatriz de la Cueva; o incluso
agricultoras como María de Escobar y Beatriz de Salcedo que llevaron los granos de maíz a América
escondidos en sacos mal molidos. Estos son un breve ejemplo de las biografías
que nos podemos encontrar y que se convierten en las voces de las cientos de
miles de mujeres que lucharon por colonizar América.
Y es que desde
un punto de vista más completo aquellas conquistadoras tuvieron que soportar
doblemente sus inclemencias en el Nuevo Mundo, pues cuando llegaban allí,
además de defenderse y luchar por sus tierras tenían que cuidar a sus esposos,
hijos y hacienda además de tener que seguirlos muchas veces tras una quimera
inalcanzable. Y es gracias a este valor y coraje aportado por las mujeres por
lo que se pudo conseguir la colonización de aquellas tierras, pues los hijos de
los hijos de ellas fueron ocupando y asentándose en distintos lugares. Además
levantaron asentamientos junto con los
hombres viviendo primero en míseras chozas para poco a poco levantar con sus
propias manos mejores edificios, colegios e incluso inaugurar iniciativas
privadas comerciales. Cosa impensable en el Viejo Continente. Y es que este fue
uno de los mayores acicates para que corrieran todos peligros: tener una mayor
libertad.
Españolas del Nuevo Mundo, nos ofrece un
fresco singular de la aventura femenina en América y complementa, como ya he
indicado antes, la historia de la conquista. Reivindica el papel de la mujer en
dicho evento pero no lo hace desde un punto de vista rupturista sino
complementario, con el fin de obtener una visión global de lo que fueron
aquellos años forjados a base de sueños, espadas y codicia sin par. La autora
quiere dar voz al valor de aquellas mujeres, pues siente que han sido
silenciadas por el machismo cerril de la Historia, que no soporta que alguien
del género femenino también haya tenido el mismo protagonismo que ellos en la
conquista y posterior colonización, y también por la literatura, sobre todo
extranjera, que nos ha ofrecido una visión andrógina de aquellos años
cruciales. Así pues les invito a que ojeen este libro y se sumerjan en las
semblanzas que nos ofrece Eloísa Gómez-Lucena y comprendan el coraje de
aquellas mujeres que se enfrentaron al destino y supieron entrar en la Historia
por la puerta grande.