Sin lugar a
dudas uno de los políticos más caraduras de la antigua Roma fue el populista
Publio Clodio Pulcro (92 – 52 a.C). Era tal su descaro que a finales del año 62
no se le ocurrió otra cosa que, vestido de matrona romana, colarse en casa de
Julio César, en ese momento pretor y pontífice máximo, para espiar los ritos de
la Bona Dea que se celebran allí esa noche (hay que recordar que a este rito
religioso solo podían acudir las mujeres). Según parece ese año la Bona Dea
estaba presidida por la esposa de César, Pompeya, y por Aurelia, madre de éste,
las cuales con muy buena intuición femenina pronto descubrieron al impostor que
enseguida salto por la tapia del jardín y se internó en la oscuridad de los
callejones.
Mucho se ha
debatido sobre el motivo que tuvo Clodio para hacer esta aventura. Unos opinan
que se coló en los ritos de la Bona Dea porque mantenía un affaire con Pompeya; en cambio otros creen que solamente fue una
travesura para demostrar a sus amigotes que despreciaba las leyes humanas y
divinas. Sea como fuese, en cuanto las mujeres se hubieron calmado acudieron a
sus maridos y tras comunicarles lo que había ocurrido, éstos denunciaron a
Clodio como sacrílego y por haber entrado ilegalmente en casa de un magistrado
romano. A consecuencia de ello fue llevado a juicio, pero como provenía de una
familia adinerada no dudó en sobornar a los jueces y fue absuelto de todos los
cargos. Curiosamente la gran perjudicada del escándalo fue Pompeya, ya que su
esposo, Julio César, se divorció de ella para evitar la vergüenza de un posible
adulterio. Cuando ella le imploró que no se divorciara, él le dijo lo
siguiente: “La mujer de César no solo tiene que ser honesta, sino también
parecerlo”.