Durante la Primera Guerra Mundial (1914 – 1918) los países e imperios involucrados en el conflicto armado enviaron a millones de jóvenes a un verdadero matadero de acero, barro y sangre. Esta es una historia que todos conocemos, pero lo que mucha gente no sabe es que de igual manera que se mandaban soldados al frente también miles de caballos participaron en aquella guerra mundial. Éstos fueron utilizados en todos los lados del planeta, ya fuera en el frente Occidental como en el Oriental pues en un principio los países participantes creían que los caballos iban a ser igual de esenciales que en guerras pasadas. Hay que recordar que la tradición de la caballería era muy fuerte. Pero pronto se dieron cuenta de que nada iba a ser igual que antes ya que ante el poderío de las metralletas, los tanques, la continua artillería o los alambres de espino reforzado, la caballería y sus jinetes no iban a poder hacer prácticamente nada. Su tiempo había pasado. Los primeros en percatarse de la nueva situación fueron los imperios centrales (Alemania y el Imperio Austrohúngaro), aunque los ingleses, debido a la tradición de su infantería montada, limitaron su acción a cargas limitadas de caballería. Aun así el uso de los caballos como arma de combate fue más grande en el frente oriental, en donde, al haber más espacios de acción y menos trincheras, se pudieron utilizar más.
Con respecto al frente occidental, muy pronto los caballos fueron utilizados como apoyo logístico para transportar soldados sobre el barro, tirar de cañones, o de carromatos de vituallas que podían transportar desde soldados heridos o muertos. Es por ello que llegó un momento, sobre todo a partir de 1917, en que la vida de un caballo era más importante que la de un soldado. Aun así, la vida de un caballo no era desde luego nada envidiable ya que eran explotados hasta la muerte. Una gran mayoría moría debido al fuego enemigo, o quedaban enganchados en medio de una maraña de alambres de espino, o comidos por enfermedades como el tétanos. Fueron cientos de miles de caballos los que murieron en los campos de batallas de medio mundo (se calcula que solo el ejército británico empleó un total de 1,2 millones de caballos y mulas durante la guerra muriendo alrededor 484.000) y fueron muy pocos los que volvieron de nuevo a casa, ya que muchos al terminar el conflicto fueron vendidos a carniceros franceses en subasta pública.
En verdad una historia de lo más triste.